La educación es un proceso en el que lo más importante es el aprendizaje de las niñas, niños, adolescentes y jóvenes, por lo que todo lo que existe en derredor de la organización escolar es fundamental para que ello se logre, así, figuras como la dirección escolar, se convierten en aspectos clave porque determinan condiciones del clima escolar, que es el segundo factor de aprendizaje sólo después del clima que genera el docente en el aula.
Así, existe en derredor de la figura de la dirección escolar una serie de demandas implícitas que le son añadidas a lo que debería hacer en pro del aprendizaje, como ajustar horarios, organizar actividades extraescolares, dar seguimiento al plan institucional, crear de un buen clima emocional, facilitar los procesos, apoyar al personal docente, vincular la escuela con la comunidad, etc.
En este sentido, las políticas públicas que las autoridades educativas de los tres niveles de gobierno desarrollan en torno a ello son fundamentales, puesto que lo que dicha autoridad determine, habrá de repercutir, invariablemente en el nivel Micro del centro educativo.
Así, por ejemplo, en la medida que existan mayores necesidades en la escuela, ya sea por la falta de instalaciones o alguna incidencia que repercuta en las condiciones de enseñanza como puede ser la falta de agua, un sanitario dañado, una ventana rota o situaciones similares, quien esté al frente de la dirección escolar, buscará resolverlo, ya sea con la sociedad de padres o ante la autoridad educativa, de acuerdo con la cercanía al centro de decisión, el monto y grado de urgencia, mediante un tardado, molesto y que genera un sinnúmero de vueltas para ver “como va el trámite” que inicia con el famoso “oficio” y que puede durar semanas, meses o jamás obtener una respuesta, por lo que se recurre a actividades extraescolares como rifas, kermeses u otro tipo de eventos en donde además de poner dinero de la bolsa personal, se descuida valioso tiempo que debería orientarse al aprendizaje.
Recuerdo una vez, en una visita académica a la Escuela Normal Número 1 de Lenguas Vivas en Buenos Aires, Argentina, me explicaba la Rectora, la Maestra Marcela Pelanda, que las escuelas contaban con una línea directa con un área especializada de la administración, y que si había un inconveniente como es el caso de una fuga de agua, un vidrio roto, la falta de electricidad o cualquier otro aspecto del día a día, simplemente hacían el contacto sin salir de la escuela y el personal acudía, con cargo al presupuesto de la administración pública, para realizar las reparaciones pertinentes, por lo que ello les dejaba un mayor tiempo para dedicarse a las actividades del aprendizaje en el centro escolar.
Es conveniente reconocer la importancia de la dirección de nuestras escuelas y del tiempo que se pierde en “gestiones” que no son más que interminables recorridos por el intrincado y complejo camino de la burocracia, que tiene un gran impacto en el aprendizaje de cada una de nuestras escuelas.
Dr. Manuel Alberto Navarro Weckmann
Doctor en Gerencia Pública y Política Social
manuelnavarrow@gmail.com
Coincido con lo que plantea en su anécdota Dr. Navarro, pues así como en salud y seguridad social, el estado, debería legislar para que en educación, exista un plan que atienda de manera oportuna, las necesidades de los centros escolares, sin tanta burocracia y así, optimizar el recurso humano y la optimización del tiempo en clase. Lo que hace grande a una sociedad, es el nivel educativo de ésta, y su compromiso con el mejoramiento de su entorno
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Exacto mi apreciable Maestro, ese es el espíritu del artículo, plantear la necesidad de ello. Un abrazo!!!
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Muy importante siempre la etología y proxémica magisterial, sin ella imposible lograr un ecosistema con clima pedagógico. Saludos Fraternos.
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Le agradezco mucho su amable comentario. La intención es buscar empatía social al magisterio y reflexión social sobre la educación. Saludos fraternos igualmente
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