891 horas en la escuela

En ocasiones podemos escuchar a personas que preguntan, de manera inocente a mi juicio, la razón por la cual, si se envían a las niñas, niños y adolescentes a la escuela, existe cada vez un mayor desencanto de lo que podemos apreciar en nuestra sociedad como resultados de “la tarea educativa”, sin tomar en consideración, no solamente el tiempo que pasan en la escuela, sino la complejidad del universo de conocimientos que se deben de aprender, amén de lo que sucede en el tiempo en el que las y los estudiantes se encuentran fuera del espacio escolar.

Las niñas, niños y adolescentes pasan en la escuela, de acuerdo con el calendario escolar, 195 días de clase en el año, sin embargo, es claro que el tiempo que se destina a las actividades administrativas, festivales, reuniones y otras actividades que los propios planes y programas exigen fuera del aula reducen sensiblemente este tiempo.

Sin embargo, de acuerdo con la información de la propia Secretaría de Educación Pública (SEP), el tiempo en la escuela (sin contar las de jornada ampliada) existe una variación importante en el tiempo en que dura la jornada que va, de 600 horas en preescolar, 900 horas en primaria a 1400 horas en módulos de 50 minutos en secundaria que son 1166 horas aproximadamente, con lo que, se puede afirmar que el tiempo promedio que un estudiante pasa anualmente a lo largo de su educación básica es de 891 horas anuales en la escuela.

Este tiempo no está dedicado única y exclusivamente a lo que se podría denominar un proceso de formación y desarrollo de la personalidad estrictamente dicho, pues cada hora, se encuentra previamente distribuida en el plan de estudios en aspectos como el lenguaje y la comunicación, el pensamiento matemático, el conocimiento del mundo social y natural, el arte, la educación física, etc. dejando un aproximado de un 10 por ciento del tiempo escolar para lo que podría ser más cercano a lo que denominamos como proceso de formación, como lo es la educación socioemocional, potenciar el desarrollo personal, la tutoría, los contenidos regionales, etc.

Es claro que siempre se busca que los contenidos de todas las asignaturas se deben de buscar relacionar con la vida cotidiana, sin embargo, el gran peso que se le da al tiempo de las asignaturas, así como a los medios para garantizar que se aplique el conocimiento (como las pruebas estandarizadas o aquellas que se elaboran desde las mesas técnicas fuera de la realidad cercana de las niñas, niños y adolescentes) hacen que exista una presión muy fuerte por dar un mayor peso al conocimiento que a la formación, propiciando mecanismos de pérdida considerable de la oportunidad de dedicar un mayor énfasis a la personalidad.

Espero que la reducción de la gran carga de contenidos curriculares (como se hace en otros países que cuentan con mejores resultados educativos que el nuestro) de la propuesta de la Nueva Escuela Mexicana contribuya a que se pueda contar con un mayor y mejor tiempo para la óptima formación de nuestra niñez y juventud.

Dr. Manuel Alberto Navarro Weckmann

Doctor en Gerencia Pública y Política Social

manuelnavarrow@gmail.com

https://manuelnavarrow.com

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