La violencia empieza en el hogar

Eduquemos a los niños y no será necesario castigar a los hombres». Pitágoras.

La violencia y el acoso escolar son fenómenos que reflejan, en muchos casos, las dinámicas vividas en el hogar y las experiencias tempranas de niños y adolescentes. Estas problemáticas, aunque pueden surgir de diversos orígenes, a menudo encuentran un fuerte impulso en el ámbito familiar, siendo posteriormente magnificadas o replicadas en la escuela y, con el tiempo, en la sociedad en general.

El hogar es el primer espacio educativo y formativo que experimenta una persona. Es en este contexto inicial donde los individuos desarrollan su primer sentido de identidad, moralidad y comprensión del mundo que los rodea. Por lo tanto, si lo que observan y experimentan en casa está impregnado de violencia, falta de respeto o negligencia, es probable que, de manera consciente o inconsciente, consideren estos comportamientos como normales o justificables.

Consideremos la trascendencia de este aprendizaje temprano. Si un niño es testigo o víctima de violencia doméstica, aprende que la agresión es una herramienta legítima de interacción. Si, además, el ambiente en casa está marcado por el descuido, la falta de atención y la ausencia de límites claros, ese niño podría buscar atención o intentar establecer algún tipo de control mediante comportamientos disruptivos o violentos.

La exposición temprana a contenidos violentos en medios de comunicación o la desvalorización de la educación por parte de los adultos a cargo también pueden sentar bases perniciosas en la personalidad en formación de jóvenes. Se les enseña, implícitamente, a no valorar el aprendizaje, el respeto mutuo y el entendimiento pacífico.

Las escuelas, entonces, se convierten en los primeros escenarios externos donde estos comportamientos se manifiestan. Pero es importante comprender que las instituciones educativas, aunque juegan un papel fundamental, no pueden, por sí solas, contrarrestar o corregir todas las fallas o carencias del entorno familiar. La escuela puede ofrecer herramientas y oportunidades para la transformación, pero es esencial que el hogar y la escuela trabajen en conjunto.

Si estos comportamientos no son abordados adecuadamente en las primeras etapas de la vida, existe el riesgo de que se consoliden y evolucionen en la adultez, llevando a individuos que perpetúan ciclos de violencia, discriminación y desvalorización de los demás. Estos individuos pueden, a su vez, establecer familias donde se repiten los mismos patrones, creando un círculo vicioso difícil de romper.

Por lo tanto, la clave está en la prevención y la educación desde los primeros años de vida. Es fundamental que la sociedad reconozca la importancia de educar en valores, empatía, respeto y comunicación efectiva desde el hogar. El ejemplo que los adultos proporcionen es la lección más duradera que un niño puede recibir.

Los adultos, tanto en el hogar como en la escuela, tenemos la responsabilidad de ser modelos de conducta positiva, promoviendo ambientes seguros y saludables para el desarrollo integral de los niños y adolescentes. Solo así podremos aspirar a una sociedad más justa, pacífica y respetuosa. Porque la educación es el camino…

Dr. Manuel Alberto Navarro Weckmann.

Doctor en Gerencia Pública y Política Social. Miembro de la Asociación de Editorialistas de Chihuahua

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Aprendizaje y violencia vicaria

«El abuso emocional es como el aire en una habitación cerrada. No se puede ver, pero lo sientes todo el tiempo.» – Beverly Engel

La violencia vicaria, definida por la ley como una forma de violencia de género ejercida por hombres hacia mujeres, ha emergido como una problemática que profundiza más allá del ámbito doméstico, extendiéndose a otras facetas de la sociedad, especialmente en la educación de los niños. Esta violencia se manifiesta principalmente a través de los hijos, como medio para causar daño a la madre ha emergido como una problemática profunda que no solo atañe al ámbito doméstico, sino que también tiene ramificaciones significativas en otros aspectos de la sociedad.

Este tipo de violencia, que puede manifestarse desde la manipulación emocional hasta acciones tan extremas como el homicidio, es una alarma que no podemos ignorar. Va más allá del daño físico; desgarra el tejido emocional y psicológico de los niños, dejando heridas que pueden persistir a lo largo de sus vidas. Estos daños no solo se reflejan en la dinámica familiar, sino que también se manifiestan en el entorno escolar, afectando el aprendizaje, el comportamiento y las relaciones interpersonales

Contrario a ciertos mitos, la violencia vicaria no inicia con simples actos de manipulación, sino que tiene raíces más tempranas, específicamente en la etapa del noviazgo. La exposición temprana y continua a este tipo de violencia desgarra el tejido emocional y psicológico de los niños, dejando cicatrices que pueden persistir durante toda su vida.

A pesar de que muchos niños víctimas presentan síntomas como falta de concentración, problemas de memoria, desinterés, dificultades en las relaciones sociales y trastornos del sueño, la cruda realidad es que la mayoría son retirados de las escuelas para no ser localizados. Esto agudiza aún más su vulnerabilidad y los aleja de una posible red de apoyo.

La preocupación sigue cuando consideramos el impacto en el entorno escolar. Los daños psicológicos que los niños experimentan en sus hogares se manifiestan en el aula de manera silenciosa pero devastadora. Los menores pueden llevar consigo el dolor y la confusión que les ha sido impuesto, lo que afecta su capacidad para relacionarse con sus compañeros y docentes. 

Las relaciones interpersonales también se ven afectadas. Los niños pueden desarrollar patrones de conducta que dificultan la formación de amistades sólidas y relaciones saludables. La confianza en las figuras de autoridad, como directivos y docentes, puede verse erosionada debido a la traición que han experimentado en el hogar.

En este contexto, la escuela juega un papel crucial. Reconocer las señales de trauma y ofrecer un ambiente seguro y comprensivo puede marcar la diferencia en una vida. La educación emocional y la promoción de relaciones respetuosas son esenciales para contrarrestar los efectos negativos de este tipo de violencia. La violencia escolar puede ser una consecuencia directa de la violencia vicaria. Desafortunadamente, a pesar de que las escuelas podrían ser una solución, en muchos casos son parte del problema. La falta de formación y sensibilización hace que, en ocasiones, el personal evite involucrarse, erróneamente catalogando la situación como un «problema de pareja».

Como sociedad, la concientización sobre la violencia vicaria y sus consecuencias es fundamental. Necesitamos cambiar paradigmas y fomentar un ambiente en el que los niños puedan crecer libres de crueldad y control. Porque la educación es el camino…

Doctor en Gerencia Pública y Política Social. Parte de la Asociación de Editorialistas de Chihuahua

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