Pensiones Civiles del Estado: Entre la memoria del prestigio y la urgencia del rescate

Durante décadas, Pensiones Civiles del Estado fue uno de los organismos más reconocidos de Chihuahua por su eficiencia, su modelo solidario de atención médica y su capacidad para brindar servicios de calidad tanto a los trabajadores del estado como a sus familias. Su estructura, ejemplo a nivel nacional, combinaba una atención integral con una visión humanista que le permitió sostener durante años un equilibrio entre la prestación médica, las jubilaciones y los beneficios sociales. Sin embargo, lo que alguna vez fue símbolo de estabilidad y orgullo institucional, hoy se encuentra en una encrucijada que amenaza su viabilidad futura.

El problema de fondo no es nuevo. Los adeudos acumulados por distintas dependencias gubernamentales, que durante años omitieron cumplir con sus aportaciones, han generado una deuda estructural que hoy asfixia al sistema. Esa falta de liquidez repercute directamente en la operación diaria: procedimientos suspendidos, falta de medicamentos, cirugías aplazadas, limitación de insumos y carencia de pagos a hospitales subrogados. Desde hace meses, la organización sindical mantiene un plantón permanente como señal de alerta y protesta ante la falta de respuestas concretas que garanticen el pago de lo adeudado, pero sobre todo, la preservación de los derechos de los trabajadores activos y jubilados.

A pesar de este contexto adverso, dentro del propio organismo se han intentado impulsar acciones para mantener a flote el sistema. La apertura de un nuevo espacio de atención permanente 24/7 para pacientes no urgentes, la renovación del área de observación en urgencias, el espacio de las farmacias con medicamentos subrogados a un costado de la farmacia de la institución, la compra de mobiliario y la reorganización del estacionamiento —permitiendo ahora que pacientes en general, pero en particular con movilidad limitada accedan más fácilmente al área de consulta— son esfuerzos palpables que evidencian la voluntad institucional de mejorar. Sin embargo, estos avances contrastan con un panorama más amplio en el que la demanda rebasa la capacidad operativa, revelando una tensión constante entre la buena intención administrativa y la realidad económica.

El sistema enfrenta hoy una serie de restricciones que afectan directamente a los derechohabientes. Las clínicas privadas han limitado la recepción de pacientes derivados; las terapias requieren autorización de una sola especialista que debe determinar si continúan o no las sesiones retrasando meses la atención; y los servicios de radiología e imagenología presentan una saturación que obliga a las personas a inscribirse en listas de espera o depender de cancelaciones de último minuto porque en este año ya no hay. En muchos casos, la llamada “fila virtual” para conseguir cita con médico general o especialista ha dejado a los pacientes esperando más de diez meses o incluso un año para recibir atención. La tecnología, en lugar de resolver el problema, ha terminado por evidenciarlo con crudeza.

Esta situación no solo compromete la salud y el bienestar de miles de trabajadores del Gobierno del Estado y sus familias, sino que también pone en riesgo la sostenibilidad financiera del sistema de pensiones. La falta de recursos no solo limita la operación médica, sino que proyecta un futuro incierto respecto al pago de los compromisos financieros, que además uno no deja de preguntarse lo que sucederá en el largo plazo con respecto a las jubilaciones y pensiones. La legislación marca claramente que el gobierno estatal debe asumir el diferencial cuando los ingresos propios del organismo no sean suficientes, pero el cumplimiento de esa obligación no deja de ser un pendiente que inunda las charlas de café con insistencia.

Pensiones Civiles del Estado necesita más que una solución administrativa; requiere una política integral de rescate, basada en la transparencia, la corresponsabilidad y la voluntad política real de sanear las finanzas públicas. No se trata únicamente de saldar deudas, sino de recuperar la confianza de las y los trabajadores, así como de de reconstruir el prestigio de una institución que durante años fue sinónimo de seguridad, calidad y orgullo para Chihuahua. De no hacerlo, se corre el riesgo de que el colapso financiero se traduzca en una crisis humanitaria silenciosa que impactará no solo a los derechohabientes, sino a todo el sistema de salud pública estatal.

Dr. Manuel Alberto Navarro Weckmann

Docente y Abogado. Doctor en Gerencia Pública y Política Social

https://manuelnavarrow.com

manuelnavarrow@gmail.com

¿Más peso a Pensiones?

“Ampliar la cobertura de los sistemas de pensiones sin resolver sus problemas estructurales no sólo es insostenible, sino también socialmente injusto para las generaciones futuras.” Robert Holzmann

En el contexto actual de Chihuahua, la discusión sobre incorporar a los elementos de la Fiscalía General del Estado y de la Secretaría de Seguridad Pública Estatal al régimen de Pensiones Civiles del Estado (PCE) representa un punto de inflexión crítico en la administración de los derechos sociales. Esta propuesta, pretende reconocer la complejidad y el desgaste de las funciones policiales, permitiendo jubilaciones anticipadas bajo esquemas especiales. Sin embargo, conviene observar que esta intención colisiona de manera directa con una realidad institucional que, a todas luces, se encuentra comprometida por su propia sostenibilidad.

A pesar de lo loable de extender derechos a un sector históricamente vulnerable y expuesto, como lo es el policial, el momento es cuestionable. PCE enfrentan una crisis profunda derivada del crecimiento de su derechohabiencia sin una proporcional base contributiva. Con más de 95 mil afiliados, adeudos que superan los mil 400 millones de pesos por parte de instituciones públicas, y una deuda estructural en el servicio médico de casi mil millones más tan solo en 2020, el sistema se ha visto desbordado. La calidad de la atención ha mermado, las citas son insuficientes, las cirugías se postergan y los medicamentos faltan. El personal jubilado, particularmente del magisterio estatal, ha protestado en múltiples ocasiones ante la indiferencia institucional, señalando una situación insostenible.

A esto se suma una reciente decisión legislativa que permite a jueces y magistrados acogerse a una pensión complementaria vitalicia de entre el 50 y el 72% de su salario, aun sin cumplir los años de servicio requeridos. Esta determinación ha sido fuertemente cuestionada, no solo por el trato preferencial que representa, sino por el impacto presupuestal que inevitablemente supondrá para un sistema ya deficitario.

Resulta paradójico que en un momento en que los propios titulares de Pensiones Civiles reconocen que apenas se cubre una quinta parte del costo real del servicio médico con las aportaciones vigentes, se pretenda seguir ampliando el universo de beneficiarios sin una reforma integral y sostenible del modelo. La incorporación de más sectores sin una revisión estructural de ingresos, cuotas, responsabilidades institucionales y viabilidad actuarial no solo es arriesgada, sino que podría terminar por colapsar por completo el sistema.

La solución no puede ser política antes que técnica. Hace poco más de una década se afirmaba que con las reformas teníamos una Institución para más de cien años y la realidad nos ha alcanzado. Se requiere una revisión profunda del marco legal, financiero y organizacional de PCE, y una decidida exigencia de pago a los deudores institucionales para no seguir desplazando la carga hacia los trabajadores cumplidos. Al mismo tiempo, es necesario generar un sistema de salud eficiente, basado en la transparencia, la equidad, y el principio de no discriminación en el acceso a los servicios.

El reconocimiento a las y los policías estatales debe materializarse en condiciones laborales dignas y un sistema previsional justo. Pero ello no puede darse a costa de seguir deteriorando los servicios que ya están en crisis para decenas de miles de trabajadores del estado. La justicia para unos no puede implicar la injusticia para otros.

La política pública no puede seguir construyéndose en reacción a presiones o intereses particulares. Urge responsabilidad, información técnica transparente y voluntad de reestructurar. De lo contrario, este tipo de propuestas, aunque bien intencionadas, no solo son inviables: son socialmente regresivas.

Dr. Manuel Alberto Navarro Weckmann

Docente y Abogado. Doctor en Gerencia Pública y Política Social

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México, las pensiones y la ruta hacia una protección social incluyente

“Los sistemas universales de protección social no son caridad, son el ejercicio institucional de derechos que contribuyen a construir ciudadanía.” Juliana Martínez Franzoni

En los últimos años, México ha dado un paso decisivo en su política social al incrementar de manera sustantiva el monto de las pensiones para las personas adultas mayores. Este esfuerzo, que ha llevado a un aumento del 471% en el monto bimestral asignado entre 2018 y 2024, no debe analizarse como una simple decisión administrativa, sino como parte de una transformación estructural en el enfoque del Estado mexicano hacia la protección social. Este cambio se inscribe en una lógica que, aunque con sus particularidades nacionales, converge de manera clara con las líneas de acción que propone el Banco Mundial en su Informe sobre el estado de la protección social 2025: El desafío de 2 mil millones de personas.

El documento del Banco Mundial plantea cuatro grandes áreas de intervención para fortalecer los sistemas de protección social a nivel global: ampliar la cobertura, asegurar su adecuación, construir sistemas a prueba de crisis y optimizar el financiamiento. Bajo esta mirada, la expansión del programa de pensión para personas adultas mayores en México no sólo representa un incremento presupuestal, sino un avance en la construcción de un sistema de protección social más justo, inclusivo y resiliente. Al garantizar un ingreso básico a un grupo tradicionalmente vulnerable, se reconoce su dignidad y se les incorpora como sujetos activos de derechos.

En este sentido, el fortalecimiento de la pensión para el bienestar no es solo un acto de reparación histórica para millones de personas que enfrentaron largos años de desigualdad y exclusión. También se convierte en una herramienta eficaz para atacar las causas estructurales de la pobreza en la vejez, un periodo de la vida en el que las oportunidades laborales son limitadas y la dependencia económica se incrementa. Como lo indica el informe del Banco Mundial, muchas de las transferencias monetarias en países de ingresos bajos o medios resultan insuficientes para generar un verdadero impacto en la calidad de vida de los beneficiarios. Por ello, el aumento de la pensión en México puede entenderse como un intento de superar esta limitación, elevando el monto hasta un umbral que sí permite aliviar carencias y brindar cierta estabilidad económica.

Es relevante destacar que, en el caso mexicano, este programa fue constitucionalizado, lo que implica que no podrá ser eliminado por criterios políticos o presupuestales coyunturales. Esta decisión, sin duda, fortalece la institucionalización del derecho a la seguridad económica en la vejez y lo convierte en una obligación permanente del Estado. Este paso coincide con el llamado del Banco Mundial a establecer sistemas adecuados y sostenibles, que no dependan exclusivamente del ciclo político, sino que respondan a una lógica de política pública de largo plazo.

Sin embargo, y como también lo advierte el informe internacional, aún queda camino por recorrer. Uno de los principales desafíos está en asegurar que la expansión de la cobertura no se limite a una acción aislada, sino que se inserte en un ecosistema coherente y articulado de protección social. Por ejemplo, resulta fundamental consolidar los sistemas de implementación: contar con registros sociales integrados, plataformas digitales de gestión, mecanismos de evaluación y seguimiento, y coordinación interinstitucional eficaz. También es indispensable generar criterios de evaluación que no se enfoquen sólo en la cantidad de recursos transferidos, sino en el impacto real en la calidad de vida de las personas beneficiarias, su acceso a otros servicios y su participación activa en la vida social y comunitaria.

Además, esta política debe considerar la interseccionalidad de las vulnerabilidades. No es lo mismo envejecer siendo hombre que mujer, viviendo en una ciudad que en una comunidad rural, teniendo redes familiares de apoyo que enfrentando la soledad. El informe del Banco Mundial señala que, incluso dentro de los programas que favorecen a mujeres en porcentaje, persisten brechas en los montos recibidos y en la atención que se brinda. México debe atender estas desigualdades para asegurar que el envejecimiento no se traduzca en una experiencia fragmentada por el género, la clase social, la geografía o la pertenencia étnica.

La implementación de esta pensión también debería articularse con otras acciones de política pública. No basta con entregar un ingreso regular: es necesario vincular esta pensión con el acceso garantizado a servicios de salud, atención geriátrica, inclusión digital, espacios culturales y comunitarios, y programas de cuidado. Esta perspectiva multidimensional permite que la protección social cumpla con su propósito más amplio: no sólo proteger ante las adversidades, sino ampliar las libertades reales de las personas para vivir una vida digna y plena.

Finalmente, en cuanto al financiamiento, el Banco Mundial advierte que ningún sistema de protección social será sostenible sin recursos suficientes. En este sentido, México deberá seguir explorando vías para fortalecer su base fiscal, priorizando el gasto social en los presupuestos públicos y evaluando la eliminación de subsidios regresivos o gastos fiscales ineficientes. También se abre la oportunidad de avanzar hacia un sistema mixto que combine transferencias no contributivas con esquemas contributivos adaptados al sector informal, de modo que se extienda la protección sin desincentivar la incorporación al empleo formal y productivo.

Reflexionar sobre el caso mexicano en el contexto de las orientaciones del Banco Mundial nos permite visualizar la relevancia de una política pública que ha dejado de ser marginal para convertirse en pilar del sistema de bienestar. Esta transformación, si se mantiene con visión de futuro, puede sentar las bases para una nueva generación de políticas sociales centradas en la dignidad, la justicia y la equidad. En un país marcado históricamente por profundas desigualdades, decisiones como estas tienen la capacidad de redefinir el pacto social y reorientar el rumbo de la nación hacia un desarrollo verdaderamente incluyente.

Dr. Manuel Alberto Navarro Weckmann.

Doctor en Gerencia Pública y Política Social

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manuelnavarrow@gmail.com