El Programa Escolar de Mejora Continua (PEMC)

El liderazgo educativo consiste en movilizar y coordinar el esfuerzo colectivo de la escuela para mejorar los aprendizajes de todos.” — Viviane Robinson

En el marco de la Nueva Escuela Mexicana, existen diferentes elementos que constituyen la base del andamiaje que la sostiene, uno de ellos es el Programa de Mejora Continua. A partir de su construcción, surgen los principales elementos que le dan solidez y empuje hacia el principal objetivo de la escuela que es el aprendizaje de las niñas, niños y adolescentes al interior del centro educativo.

El Programa de Mejora Continua es quizá la herramienta más valiosa que tienen hoy las escuelas de nuestro país, aunque muchas veces la sociedad no alcanza a dimensionar su importancia. Este programa no es un documento que se guarda en un archivo, sino un proceso vivo que se construye con la participación de maestras, maestros y directivos, quienes parten de una lectura crítica de la realidad de su comunidad escolar. Ahí se identifican problemas, necesidades y obstáculos que afectan el aprendizaje de niñas, niños y adolescentes, y a partir de ello se trazan objetivos, metas y acciones concretas para transformar esas condiciones. Lo que distingue al Programa de Mejora Continua es que no se limita a planear en el papel, sino que implica un ciclo de diagnóstico, implementación, seguimiento, evaluación y comunicación de avances, de modo que cada paso se ajuste a los resultados y al contexto cambiante de cada plantel.

Su impacto es profundo porque garantiza que cada acción emprendida dentro de la escuela tenga un propósito claro y una continuidad en el tiempo. Al ser progresivo y gradual, permite que los cambios, aunque a veces parezcan pequeños, se acumulen y se conviertan en mejoras significativas y duraderas. Además, su carácter sistemático asegura que el trabajo docente no se disperse, sino que siga una ruta ordenada que da coherencia a los esfuerzos de toda la comunidad escolar. Cada escuela, por supuesto, enfrenta contextos distintos; por eso, este programa también es diferenciado y territorial, pues reconoce las particularidades sociales, culturales y económicas de cada entorno, haciendo que las soluciones sean pertinentes y efectivas.

Alrededor de este eje se articulan otros elementos que fortalecen la vida escolar. El Programa Analítico asegura que los procesos de enseñanza y aprendizaje respondan al contexto y a las características de cada comunidad. La planeación didáctica y la evaluación formativa permiten que el trabajo en el aula tenga un rumbo claro y que los avances puedan ser medidos y retroalimentados constantemente. También se desarrollan estrategias como el trabajo por proyectos, la integración curricular, la atención al rezago, la promoción de una vida saludable y el trabajo colaborativo con las familias, que complementan y dan fuerza al Programa de Mejora Continua. Incluso, se abordan temas que muestran el compromiso del sistema educativo con la diversidad y la inclusión, como la atención a las infancias y adolescencias trans y no binarias, reafirmando que la mejora educativa va de la mano con la construcción de una sociedad más justa e igualitaria.

La dirección escolar tiene un papel decisivo en este entramado. Bajo su conducción, los esfuerzos docentes encuentran un cauce y una coherencia que permiten que el colectivo se convierta en una verdadera comunidad de aprendizaje. Es en los Consejos Técnicos Escolares donde se reflexiona sobre la práctica, se comparten experiencias y se construyen acuerdos que después se traducen en acciones dentro de las aulas. Lo que ahí se decide no queda encerrado en las paredes de la escuela, sino que repercute directamente en la vida de los estudiantes y, por extensión, en la vida de toda la sociedad. El Programa de Mejora Continua es, en realidad, una inversión silenciosa pero trascendental en el futuro, porque asegura que cada generación de niñas, niños y adolescentes tenga acceso a una educación de mayor calidad, más equitativa y más pertinente para los retos del presente y del mañana. Porque la educación es el camino…

Dr. Manuel Alberto Navarro Weckmann

Docente y Abogado. Doctor en Gerencia Pública y Política Social

https://manuelnavarrow.com

manuelnavarrow@gmail.com

Metodologías sociocríticas en el marco de la NEM

La educación debe ser un acto de libertad, y no de domesticación. El aprendizaje significativo ocurre cuando los estudiantes son parte activa del proceso y no meros receptores de contenidos. Paulo Freire

En nuestra sociedad suele circular una imagen simplificada y, en ocasiones, equivocada de lo que ocurre en las escuelas. La realidad es mucho más compleja, rica y desafiante. Implica no solo enseñar contenidos, sino construir experiencias formativas que promuevan la reflexión, el compromiso con la comunidad, la resolución de problemas reales, el trabajo colaborativo y el pensamiento crítico.

Las metodologías sociocríticas que se están impulsando en el marco de la Nueva Escuela Mexicana, son estructuras didácticas cuidadosamente diseñadas. Estas metodologías —que contemplan el aprendizaje basado en proyectos comunitarios, la indagación científica con enfoque STEAM, la resolución de problemas sociales y el aprendizaje-servicio— colocan a sus estudiantes como protagonistas de su proceso de aprendizaje, no como receptor pasivo de información.

Por ejemplo, cuando un grupo escolar se involucra en el desarrollo de un proyecto para resolver una problemática de su comunidad, no sólo están trabajando contenidos curriculares: están formando ciudadanía. Están aprendiendo a identificar problemas reales, a investigar, a dialogar, a coordinarse, a proponer soluciones viables y a presentar resultados con sentido ético y compromiso social. Detrás de ello, hay fases meticulosamente planeadas: desde la identificación del tema y la organización del equipo, hasta la acción concreta, la intervención social y la evaluación reflexiva. Nada de esto ocurre de manera improvisada.

En el ámbito de las ciencias, los estudiantes no solo aprenden fórmulas o leyes, sino que indagan con finalidad científica. Identifican problemas, plantean preguntas, explican fenómenos, extraen conclusiones, diseñan soluciones tecnológicas y las evalúan críticamente. En este tipo de trabajo, el error deja de ser algo que se penaliza, y se convierte en una fuente de aprendizaje.

También se promueve el desarrollo de experiencias pedagógicas que vinculan el conocimiento con los valores humanos y la convivencia en sociedad. Los estudiantes son guiados para entender la realidad, reconocer los conflictos sociales, discutir sobre ellos y proponer soluciones que incluyan el respeto, la empatía y la justicia. Es un ejercicio permanente de formación ética que prepara a las y los jóvenes para la vida democrática.

Y en el caso del aprendizaje servicio, se consolidan experiencias donde las niñas, niños y adolescentes ponen en práctica lo aprendido en beneficio de otros. Son ellos quienes identifican necesidades, organizan actividades, colaboran con actores sociales y reflexionan sobre el impacto de sus acciones. Esto fortalece no solo su aprendizaje académico, sino su sentido de pertenencia, responsabilidad social y compromiso con su entorno.

Nada de esto sería posible sin el conocimiento, la sensibilidad y la experiencia del personal docente. Estas metodologías requieren un nivel alto de preparación, dominio pedagógico, habilidad para adaptar las herramientas didácticas al contexto y, sobre todo, un compromiso ético con la formación integral de sus estudiantes. No basta con conocer los pasos de una metodología; hay que saber cuándo y cómo aplicarlos, cómo adaptarlos a la realidad del grupo y cómo acompañar a los estudiantes para que el proceso tenga verdadero sentido.

Así, en las escuelas no sólo se enseña: se construye ciudadanía, se cultiva el pensamiento crítico, se genera conciencia social y se siembra la esperanza de un país mejor. Las metodologías sociocríticas no son una moda, son una forma concreta y profundamente humana de hacer educación en un país que quiere y necesita transformarse desde sus aulas. Y detrás de esa transformación, está el trabajo profesional, muchas veces silencioso pero siempre fundamental, de maestras, maestros y directivos que día a día hacen posible que estas experiencias sean realidad. Porque la educación es el camino…

Dr. Manuel Alberto Navarro Weckmann.

Abogado. Doctor en Gerencia Pública y Política Social

https://manuelnavarrow.com

manuelnavarrow@gmail.com

Los ejes articuladores

«Los ejes articuladores son una herramienta pedagógica que promueve un aprendizaje ético y crítico, evitando la reproducción de desigualdades y exclusiones, conectando la enseñanza con la realidad cotidiana de las y los estudiantes» (SEP, 2022)

Para las personas que no tienen cercanía con el trabajo que se hace al interior de los centros educativos pudiera parecer intrascendente, sin embargo, con el cambio en el plan y programas de estudio, vienen consigo una serie de elementos que hacen una gran diferencia, no solo por el contenido, que es necesario siempre estar actualizando, sino por la manera de abordarse, ya que ello trae consigo cambios muy importantes en la formación de las niñas, niños y adolescentes a lo largo de su vida, como es el caso de los ejes articuladores que se integran en lo que se ha llamado la Nueva Escuela Mexicana (NEM).

Los ejes articuladores representan un pilar fundamental dentro del marco de la NEM, ya que trascienden el enfoque tradicional de los contenidos curriculares para erigirse como herramientas transformadoras del entorno educativo. Su implementación no solo orienta el aprendizaje hacia un desarrollo integral de niñas, niños y adolescentes, sino que también los sitúa como agentes de cambio en sus comunidades. Estos ejes, como Inclusión, Pensamiento Crítico, Igualdad de Género e Interculturalidad Crítica, entre otros, establecen un puente entre los saberes académicos y las problemáticas sociales, económicas y culturales que enfrentan los estudiantes en su vida cotidiana​.

Al vincular la enseñanza con la realidad contextual de las y los estudiantes, los ejes articuladores promueven una aproximación ética al aprendizaje, evitando que las desigualdades y exclusiones se reproduzcan dentro del ámbito escolar. Esta perspectiva ética es esencial para que el aprendizaje trascienda el aula y permita a las y los estudiantes reflexionar críticamente sobre su entorno, cuestionar las estructuras que perpetúan las inequidades y desarrollar proyectos que respondan a las necesidades de su comunidad​.

En el contexto de la Nueva Escuela Mexicana, los ejes articuladores no solo amplían las posibilidades de aprendizaje, sino que también potencian la creatividad y el pensamiento crítico. Estos ejes no deben ser vistos como meros contenidos, sino como herramientas integradoras que permiten abordar problemas reales desde múltiples perspectivas. Por ejemplo, el eje de Inclusión nos invita a cuestionar las barreras que impiden el acceso equitativo a la educación, mientras que el de Igualdad de Género desafía las construcciones sociales que limitan el desarrollo de niñas y mujeres en el ámbito escolar​.

El carácter humanista de los ejes articuladores resalta su importancia en la formación de ciudadanos comprometidos con la justicia social y la transformación de sus realidades. Al promover una lectura crítica del entorno, los ejes ayudan a construir una visión comunitaria donde los aprendizajes estén en constante diálogo con los valores de solidaridad, respeto y equidad. Esto no solo fortalece el desarrollo personal de las y los estudiantes, sino que también contribuye a construir comunidades mas justas e inclusivas​.

Los ejes articuladores son una innovación curricular que, lejos de ser un complemento, constituyen el núcleo integrador del aprendizaje en la Nueva Escuela Mexicana. Su capacidad para articular conocimientos, valores y habilidades, mientras conectan los saberes con la realidad, los posiciona como un elemento esencial para garantizar que el aprendizaje en las aulas tenga un impacto significativo en la vida de los estudiantes y sus comunidades​. Porque la educación es el camino…