En el contexto escolar, el aprendizaje continuo no solo debe ser promovido entre los estudiantes, sino también entre quienes dirigen y acompañan los procesos educativos. Cuando una directora o director escolar se apropia de herramientas que les permiten mejorar su capacidad de aprender, comprender, organizar y aplicar conocimientos, también se vuelve un referente para su equipo, favoreciendo un entorno donde la mejora continua y el compromiso con el saber se vuelven prácticas cotidianas.
Existen diversos enfoques que ayudan a consolidar conocimientos y fortalecer la memoria a largo plazo. Por ejemplo, al revisar la información de manera distribuida en el tiempo, se promueve una comprensión más profunda y se evita depender de repasos de última hora. Esta estrategia es útil no solo para el trabajo académico, sino también para adquirir competencias propias del liderazgo escolar, como las normativas educativas, el uso de recursos institucionales y el acompañamiento pedagógico.
Una práctica que potencia aún más el aprendizaje es explicar un concepto con palabras sencillas a otra persona, como si se tratara de alguien que nunca lo ha escuchado. Esta acción permite identificar vacíos en la comprensión propia y, al mismo tiempo, invita a los equipos escolares a construir conocimiento en colectivo. Los espacios de formación donde los directivos invitan a compartir lo aprendido fortalecen la colaboración y promueven el clima de confianza.
Asimismo, ejercitar la mente con preguntas que estimulen la memoria, sin depender de los apuntes, prepara a las y los directores para resolver situaciones cotidianas con mayor seguridad. Esta práctica resulta útil para preparar intervenciones ante supervisores, padres de familia o en reuniones técnicas escolares, pues al tener interiorizados los elementos clave, se comunican con mayor claridad.
Otro recurso importante es el uso de esquemas que permitan organizar los temas según el grado de dominio que se tenga de ellos. Esta forma de organizar el aprendizaje ayuda a priorizar las áreas que necesitan más atención, ya sea en lo personal o en el equipo docente. También resulta útil para establecer agendas de trabajo y momentos formativos más pertinentes en función de las necesidades reales del centro educativo.
Incluir el hábito de hacerse preguntas como “¿por qué ocurre esto?” ayuda a comprender mejor los fenómenos escolares y a establecer conexiones entre distintas situaciones. Esto fomenta una visión más reflexiva, fundamental para el desarrollo de estrategias que respondan a las realidades del entorno escolar. Y finalmente, un enfoque estructurado para abordar los textos, como leer con un propósito claro, formularse preguntas, leer de forma activa y revisar lo comprendido, favorece no solo la apropiación del contenido sino también su aplicación.
Estas prácticas no son exclusivas del aula o del alumnado. Su incorporación en la vida profesional de quienes ejercen la función directiva impacta directamente en su capacidad para liderar, tomar decisiones, acompañar pedagógicamente y, sobre todo, en fomentar un clima escolar propicio para el aprendizaje de todas y todos. Un equipo docente que observa a su dirección comprometida con su propio aprendizaje, se siente más motivado a hacer lo mismo.
Invertir tiempo en aprender a aprender es sembrar las bases para una dirección más sólida, más humana y más efectiva en la construcción de ambientes escolares en los que niñas, niños y adolescentes encuentren sentido y pertenencia.
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