FUNDAMENTOS PSICOPEDAGÓGICOS

“La tarea del docente no es simplemente transmitir información, sino ayudar al estudiante a construir estructuras de conocimiento cada vez más complejas.” Bruner (1997)

    En las escuelas ocurre un trabajo profundo y especializado que muchas veces permanece invisible para la sociedad. Cada aprendizaje que logran niñas, niños y adolescentes se sustenta en procesos internos que requieren acompañamiento profesional, conocimientos psicopedagógicos y decisiones pedagógicas precisas. Nada de lo que sucede en el aula es improvisado; detrás hay un manejo de herramientas que permiten que la mente en desarrollo avance paso a paso.

    El aprendizaje inicia cuando los estudiantes registran información del entorno a través de sus sentidos. Este primer contacto es esencial porque constituye la base sobre la cual más tarde se construyen significados. En el aula, este proceso se estimula mediante experiencias que favorecen la observación, la exploración y el uso activo de materiales. Quienes educan saben que sin esta etapa inicial resulta imposible avanzar hacia niveles más complejos de comprensión.

    A partir de ese registro sensorial surge la interpretación. Comprender no es únicamente recibir información, sino dotarla de sentido, relacionarla con experiencias previas y transformarla en conocimiento útil. El personal docente crea oportunidades para que cada estudiante analice, compare e integre lo que observa, sabiendo que cada niña, niño o adolescente construye significados de manera distinta.

    Otro elemento clave es la atención, que permite dirigir y mantener los recursos mentales en aquello que se aprende. Esta habilidad se fortalece con estrategias que buscan despertar el interés, alternar actividades y conectar los contenidos con la vida cotidiana. La escuela trabaja constantemente para que esta capacidad, indispensable para cualquier aprendizaje, se mantenga activa.

    La memoria también juega un papel fundamental: permite almacenar información y recuperarla después. En el aula se promueve a través de actividades que vinculan conocimientos previos y nuevos, fortaleciendo tanto el recuerdo inmediato como el de largo plazo. Recordar no es repetir; es consolidar el pensamiento.

    El lenguaje se convierte en la herramienta que permite expresar, organizar y transformar las ideas. Es un recurso transversal utilizado para hablar, escribir, comprender y reflexionar. Gracias a él, el pensamiento se vuelve visible y compartible. Y justamente el pensamiento, como capacidad de analizar, crear y resolver problemas, es el resultado más elevado del proceso educativo.

    Reconocer este trabajo implica valorar la profesionalización docente y comprender que cada acción en la escuela responde a estudios, experiencia y sensibilidad pedagógica. La tarea educativa es compleja, profunda y decisiva para el futuro de toda sociedad. Gracias por leer estos artículos editoriales. Les deseo una muy feliz Navidad y un próspero año 2026. Porque la educación es el camino…

    Dr. Manuel Alberto Navarro Weckmann

    Docente y Abogado. Doctor en Gerencia Pública y Política Social

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    Situaciones de aprendizaje

    «Enseñar no es transferir conocimiento, sino crear las posibilidades para su propia producción o construcción.»— Paulo Freire, Pedagogía de la autonomía

    En la vida cotidiana, solemos pensar que el aprendizaje en las escuelas ocurre de manera automática: que basta con que los estudiantes asistan a clase, reciban explicaciones y realicen algunas actividades para que los conocimientos fluyan y se afiancen. Sin embargo, detrás de cada experiencia que viven niñas, niños y adolescentes existe un entramado profundo de decisiones pedagógicas, de diseño intencional y de estrategias cuidadosamente seleccionadas que rara vez son visibles para la sociedad. Lo que sucede en los centros educativos es mucho más complejo que impartir contenidos; implica construir experiencias significativas que respondan a necesidades reales, que despierten interés y, sobre todo, que desarrollen habilidades esenciales para la vida. Una de las vías más importantes para lograr esto es la elaboración de situaciones de aprendizaje: escenarios diseñados con propósito, donde cada detalle tiene la finalidad de promover el desarrollo integral de los estudiantes.

    Para que una situación de aprendizaje cobre sentido, el personal docente realiza un ejercicio de reflexión sobre el porqué de lo que se propone. Cada experiencia surge de un reto, un problema o una necesidad concreta de los estudiantes, y busca que estos generen un producto, una solución o un aprendizaje aplicable a su vida cotidiana. Nada es improvisado. El profesorado analiza el contexto, el momento del curso, el grupo con el que trabaja, los contenidos que deben abordarse y, especialmente, la manera en que estos pueden conectarse con situaciones reales que hagan que aprender sea algo vivo y significativo. Este nivel de profundidad suele pasar inadvertido para quienes no están dentro de la dinámica escolar, pero es fundamental para garantizar que la enseñanza no se limite a transmitir información, sino que forme pensamiento crítico, creatividad, autonomía y capacidad de resolver problemas.

    Las experiencias de aprendizaje que se diseñan en las escuelas exigen un dominio amplio del currículo, de los objetivos formativos y de las competencias que las y los estudiantes deben desarrollar. El personal docente estudia cuidadosamente los saberes esenciales, analiza los criterios que permiten evaluar el avance y selecciona las estrategias más adecuadas para que cada actividad tenga un propósito claro. Esto requiere no sólo conocimientos teóricos, sino la capacidad de interpretar la realidad del grupo, anticipar dificultades, prever apoyos y elegir herramientas que respondan tanto al contenido como a la diversidad que existe en el aula. En cada decisión se refleja la formación profesional, la experiencia acumulada y la sensibilidad pedagógica, elementos que, aunque no siempre se reconocen públicamente, sostienen el proceso educativo.

    Asimismo, la organización del trabajo escolar implica planificar tiempos, espacios, materiales y recursos tecnológicos que permitan que cada situación de aprendizaje se desarrolle de manera efectiva. Nada se deja al azar: se piensa en la secuencia de actividades, en los momentos de trabajo individual o colaborativo, en las formas en que se guiará al grupo y en los instrumentos que permitirán valorar el progreso. La evaluación no se reduce a un resultado final; también se observa el proceso, se acompañan las dificultades y se ajustan las estrategias para asegurar que todos avancen. Este acompañamiento constante exige una mirada profesional capaz de identificar oportunidades, reconocer avances y ofrecer retroalimentación que impulse el crecimiento de cada estudiante.

    Un aspecto especialmente relevante es la atención a la diversidad, un compromiso pedagógico y ético que implica reconocer que cada estudiante aprende de manera distinta y que, por ello, requiere apoyos específicos. El personal docente adapta materiales, propone alternativas metodológicas y diseña medidas que permitan que todos participen y aprendan con equidad. Estas decisiones, basadas en marcos como el Diseño Universal para el Aprendizaje, no sólo favorecen la inclusión, sino que enriquecen la experiencia educativa al valorar las múltiples maneras de comprender el mundo.

    Cuando la sociedad comprende la enorme labor que implica preparar una situación de aprendizaje —desde la planeación, la reflexión, la evaluación, la organización y la atención a las diferencias individuales—, se vuelve evidente que el trabajo docente va mucho más allá de “dar clases”. Se trata de un ejercicio profesional complejo, que requiere estudios, conocimiento profundo, capacidad de análisis, creatividad y una experiencia que sólo se construye con dedicación y compromiso. Reconocer este esfuerzo es reconocer el verdadero valor de la educación y de quienes la hacen posible cada día. Porque la educación es el camino…

    Dr. Manuel Alberto Navarro Weckmann

    Docente y Abogado. Doctor en Gerencia Pública y Política Social

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    El Aprendizaje Experiencial en el Aula

    “Para las cosas que debemos aprender antes de hacerlas, en realidad aprendemos haciéndolas.”  Aristóteles en «Ética a Nicómaco»

    Desde fuera de un centro educativo, puede parecer que la enseñanza se limita a explicar contenidos y revisar cuadernos; sin embargo, en realidad, cada día se construyen experiencias formativas pensadas para que niñas, niños y adolescentes aprendan a partir de la vivencia, la exploración y la reflexión consciente.

    Este enfoque, conocido como aprendizaje experiencial, transforma el aula en un espacio vivo donde el conocimiento se descubre y se aplica en situaciones que dialogan con la vida real. Detrás de cada experiencia existe un proceso profesional que rara vez se aprecia. Cuando una maestra organiza una visita formativa, cuando un docente guía un proyecto práctico, cuando se lleva a cabo un experimento, una simulación o un estudio de caso, nada de ello es fruto de la improvisación.

    Cada actividad tiene un propósito pedagógico claro, se apoya en teorías del aprendizaje, considera los ritmos y características del desarrollo infantil y requiere analizar qué tipo de experiencia permitirá potenciar mejor las habilidades del grupo. El personal educativo debe anticipar escenarios, prever riesgos, seleccionar materiales, evaluar necesidades y establecer cómo orientar la reflexión para convertir cada vivencia en aprendizaje significativo.

    La labor docente exige mucho más que transmitir conocimientos. Supone crear oportunidades para que los estudiantes observen, indaguen, comparen, resuelvan problemas auténticos, colaboren entre sí y descubran el valor de pensar por sí mismos. Implica decidir cuándo intervenir para guiar y cuándo permitir que exploren con autonomía, desarrollando criterio propio. En este proceso, la experiencia profesional del personal escolar y su capacidad para interpretar el contexto marcan la diferencia entre una actividad aislada y una verdadera experiencia formativa.

    Por ello resulta fundamental que la sociedad reconozca el nivel de estudio, preparación y compromiso que implica el diseño de estos aprendizajes. El profesorado no solo conoce estrategias, sino que sabe cuándo y cómo aplicarlas, entendiendo que cada niño y cada adolescente vive y aprende de manera distinta. Valorar el aprendizaje experiencial es también valorar la dedicación de quienes, con conocimiento y sensibilidad, construyen diariamente oportunidades para que los estudiantes comprendan el mundo, amplíen sus posibilidades y fortalezcan sus habilidades para la vida.

    Reconocer este trabajo es reconocer que la escuela es mucho más que un edificio: es un espacio donde se forman miradas, se despiertan curiosidades y se siembran futuros posibles. Cada experiencia diseñada en el aula es una invitación a aprender desde la vida misma y a descubrir que el conocimiento tiene sentido cuando se convierte en una herramienta para entender, actuar y transformar. Porque la educación es el camino…

    La Metacognición en la Escuela

    “La capacidad de una persona para pensar sobre sus propios procesos mentales constituye el núcleo de un aprendizaje consciente y autorregulado. John H. Flavell”

    En los centros educativos, las y los docentes realizan diariamente un trabajo silencioso y altamente especializado que no siempre es comprendido por la sociedad. Mientras desde fuera puede parecer que la lectura es solo cuestión de sentarse frente a un texto y recorrerlo con la vista, en realidad, detrás del acto de comprender hay procesos mentales complejos que requieren orientación experta. Uno de los más importantes es la metacognición, una herramienta pedagógica que permite que niñas, niños y adolescentes aprendan a pensar sobre su propio pensamiento y, con ello, desarrollen habilidades profundas para comprender, analizar y reflexionar sobre lo que leen.

    La metacognición implica que el estudiante sea consciente de lo que hace cuando lee, de cómo se enfrenta a un texto y de qué estrategias puede utilizar para avanzar en su comprensión. Esto no ocurre de manera automática; es el resultado de una enseñanza cuidadosa en la que el personal docente, con base en estudios especializados y amplia experiencia, guía a cada alumno para que aprenda a regular su propio proceso lector. Para ello, antes de empezar a leer, enseñan a definir una intención clara: comprender para qué se lee permite enfocar la mente y dirigir la atención hacia lo esencial. Esta orientación inicial es un acto pedagógico intencional cuyo propósito es conducir al estudiante a un aprendizaje más profundo.

    A lo largo de la lectura, el docente también enseña a anticipar lo que puede ocurrir en el texto, un ejercicio que activa el pensamiento y favorece conexiones significativas entre lo nuevo y lo ya conocido. Esta capacidad de prever, lejos de ser intuitiva, se fortalece mediante una práctica guiada que solo un profesional preparado puede desarrollar en sus estudiantes. Lo mismo ocurre cuando se invita a los alumnos a construir conclusiones basadas en aquello que no se expresa de manera directa. La habilidad de inferir requiere comprensión lectora avanzada y se construye mediante estrategias que los docentes conocen, seleccionan y aplican con precisión.

    Otro trabajo fundamental en este proceso es enseñar a sintetizar. Resumir un texto no es repetirlo en menos palabras, sino identificar ideas clave, ordenarlas, comprenderlas y reconstruirlas. Esta competencia, que resulta esencial para el aprendizaje en todas las áreas, se enseña paso a paso gracias al acompañamiento experto del personal escolar. A ello se suma la capacidad de relacionar lo nuevo con lo previamente aprendido, lo cual solo es posible cuando el docente fomenta la reflexión, la conexión y la activación de conocimientos previos, elementos indispensables para una comprensión profunda.

    Además, quienes enseñan promueven la formulación consciente de preguntas, no solo aquellas que buscan información literal, sino también las que permiten analizar, inferir y evaluar. Guiar a los estudiantes a hacerse las preguntas correctas es una de las tareas pedagógicas más complejas y más valiosas en el desarrollo del pensamiento crítico. Y, finalmente, también se enseña a detenerse ante la duda, a reconocer cuando algo no se entiende, a pedir aclaraciones y a construir nuevas comprensiones a partir de esa pausa reflexiva.

    Todo este proceso exige preparación profesional, entendimiento profundo de la lectura como construcción cognitiva y habilidades pedagógicas basadas en la experiencia. La metacognición no es una estrategia improvisada; es un conocimiento científico aplicado en el aula por quienes dedican años a formarse, estudiar y perfeccionar su práctica. Por ello, es importante que la sociedad reconozca que detrás de cada estudiante que lee, comprende y reflexiona, existe un trabajo experto que sostiene ese logro. La escuela, a través de sus profesionales, convierte la lectura en una herramienta para pensar, para interpretar el mundo y para construir futuros más conscientes y más libres. Porque las educación es el camino…

    Dr. Manuel Alberto Navarro Weckmann

    Docente y Abogado. Doctor en Gerencia Pública y Política Social

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    La teoría de la carga cognitiva

    «La carga cognitiva es un factor fundamental en la enseñanza; la memoria de trabajo solo puede procesar una cantidad limitada de información nueva antes de saturarse.» — John Sweller

    La educación es uno de los pilares esenciales del desarrollo social, pero pocas veces se reflexiona sobre la complejidad que implica diseñar experiencias de aprendizaje verdaderamente significativas. Detrás de cada clase, actividad o material didáctico existe un andamiaje construido con base en estudios, estrategias y principios pedagógicos que buscan potenciar el aprendizaje de niñas, niños y adolescentes. En este sentido, una de las mayores preocupaciones de docentes y directivos es asegurar que el alumnado no solo reciba información, sino que sea capaz de procesarla, comprenderla y aplicarla en contextos diversos

    embargo, lograr este propósito no es una tarea sencilla, sobre todo cuando el cerebro humano tiene límites naturales para asimilar nueva información. Aquí entra en escena la Teoría de la Carga Cognitiva, un concepto clave en la pedagogía contemporánea que explica cómo funciona la mente al momento de aprender. De acuerdo con esta teoría, la memoria opera en distintos niveles: la memoria sensorial, que recibe estímulos; la memoria de trabajo, que procesa activamente la información; y la memoria a largo plazo, que almacena el conocimiento consolidado. La memoria de trabajo, especialmente, tiene una capacidad reducida. Cuando se satura con demasiados estímulos o información irrelevante, el aprendizaje se ve comprometido. Por ello, el diseño de la clase debe favorecer la claridad y reducir todo aquello que entorpezca la comprensión.

    Para lograrlo, es indispensable considerar los tres tipos de carga cognitiva. La intrínseca se relaciona con la dificultad inherente del contenido. Algunos temas, por su naturaleza compleja, requieren descomponer la información en partes más manejables. La carga pertinente, por su parte, incluye los recursos que facilitan la comprensión: esquemas, organizadores gráficos, videos, analogías o explicaciones estructuradas. Un buen diseño debe favorecer esta carga para potenciar la construcción del conocimiento. Por último, la carga extrínseca surge de elementos innecesarios o distractores: materiales saturados, instrucciones confusas o actividades irrelevantes que pueden abrumar al estudiante. Reducir esta carga es esencial para que la atención se dirija al aprendizaje significativo.

    El equilibrio entre estos tres tipos de carga es un desafío y exige una intervención pedagógica consciente y fundamentada. Diseñar clases adecuadas no es un acto improvisado, sino un proceso profesional que requiere conocimientos sólidos, habilidades didácticas y comprensión profunda de cómo aprende la mente humana. Por ello, la labor docente suele estar subestimada. Un profesor no solo expone información: analiza la estructura del contenido, selecciona herramientas, anticipa dificultades y adapta estrategias a las necesidades del grupo. La didáctica es una disciplina que demanda experiencia, reflexión continua y actualización constante.

    En este proceso, el papel del personal directivo es igualmente crucial. Son quienes generan las condiciones necesarias para una mejor enseñanza: proporcionan recursos didácticos, organizan horarios y espacios, impulsan una organización laboral adecuada y favorecen ambientes de aprendizaje estructurados y motivadores. La gestión escolar, por tanto, se convierte en un elemento indispensable para que las estrategias basadas en la Teoría de la Carga Cognitiva puedan implementarse de manera adecuada.

    Si aspiramos a mejorar la educación, es indispensable reconocer el valor de la formación pedagógica tanto del personal docente como directivo. Aplicar principios derivados de la evidencia científica no es un lujo, sino una necesidad para garantizar aprendizajes profundos y duraderos. La sociedad debe comprender que enseñar va más allá de la vocación: implica preparación, práctica reflexiva y dominio de metodologías que optimizan el aprendizaje.Mirar más allá del aula nos permite reconocer el enorme esfuerzo que implica construir mejores experiencias educativas. Enseñar no es simplemente hablar frente a un grupo; es diseñar caminos hacia el conocimiento, cuidando cada detalle para que las niñas, niños y adolescentes desarrollen su máximo potencial. Porque la educación, es el camino…

    Dr. Manuel Alberto Navarro Weckmann.

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    Educar para la verdad en tiempos de la IA

    Las Imágenes o videos falsos generados por inteligencia artificial son relativamente nuevos y han evolucionado con una sofisticación mucho más rápida de lo que esperábamos.” — Hany Farid

    Es común ver en las redes imágenes que simulan fotografías o incluso videos elaborados con base en Inteligencia Artificial de personas, ya sea políticos, deportistas o personalidades de diferemtes ámbitos que se usan de manera tendenciosa para situaciones que si se los hicieran a quienes los producen, resultarían por lo menos ofendidos.

    El avance de la inteligencia artificial ha transformado profundamente la manera en que entendemos la realidad. Hoy, una imagen o un video pueden ser generados con una precisión tal que resulta casi imposible distinguir lo verdadero de lo fabricado. Lo que antes requería de una gran producción técnica, ahora puede hacerse desde un teléfono. Dinamarca ha entendido la magnitud del desafío y ha dado un paso decisivo: reconocer que cada persona tiene derechos sobre su rostro, su voz y su cuerpo, incluso en el mundo digital. Esta medida no solo es una decisión jurídica, sino también un acto pedagógico, un recordatorio de que la tecnología debe estar al servicio de la verdad y de la dignidad humana, no del engaño ni de la manipulación.

    Desde la educación, este acontecimiento nos interpela de manera directa. Las escuelas, las universidades y los espacios de formación deben incorporar una reflexión ética y crítica sobre el uso de la inteligencia artificial. No basta con enseñar a usar las herramientas tecnológicas; es necesario enseñar a discernir, a cuestionar y a comprender las implicaciones humanas detrás de cada imagen o sonido que circula en las redes. Educar en tiempos de inteligencia artificial significa formar ciudadanos capaces de distinguir entre la realidad y la simulación, entre la creatividad legítima y el fraude digital. Se trata de dotar a las nuevas generaciones de una brújula moral que les permita navegar en un océano de información donde no todo lo que se ve es real.

    Como sociedad, también tenemos la responsabilidad de aprender y de adaptarnos a este nuevo escenario. No podemos seguir siendo espectadores pasivos ante el uso malintencionado de la tecnología. La regulación es importante, pero el cambio más profundo proviene de la conciencia colectiva, de la comprensión de que cada rostro y cada voz son parte de una identidad que merece respeto. Aprender a convivir con la inteligencia artificial exige una mirada crítica, empática y responsable que se nutre de la educación y del diálogo social.

    Dinamarca nos muestra que es posible establecer límites sin frenar la innovación, que la tecnología puede coexistir con la ética y que los derechos humanos deben extenderse al entorno digital. En un mundo donde lo falso puede parecer más convincente que lo real, la educación se erige como el faro más confiable para no extraviarnos. Porque la educación es el camino…

    Dr. Manuel Alberto Navarro Weckmann

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    Prevención, comunicación y responsabilidad

    “La prevención es el primer acto de cuidado docente: identificar y disminuir riesgos antes de cada jornada.” — Protocolos de Protección Integral Escolar.

    Ante los recientes acontecimientos en donde se han visto involucrados personal educativo y en tanto se fortalecen los marcos legales de protección del magisterio, hay que extremar precauciones para no exponerse a una problemática mayor.

    En la actualidad, el personal educativo enfrenta una realidad que exige no solo vocación y compromiso educativo, sino también una conciencia plena sobre la responsabilidad legal, ética y humana que conlleva el trabajo con niñas, niños y adolescentes. Cada acción dentro del entorno escolar puede tener implicaciones significativas, por lo que la prevención, la actuación oportuna y la documentación responsable se han convertido en pilares fundamentales para proteger tanto la integridad de los estudiantes como la del propio personal educativo.

    Las escuelas son espacios donde convergen múltiples riesgos: accidentes, conflictos, emergencias y situaciones imprevistas. Por ello, la observancia estricta de los protocolos de seguridad, la revisión constante de las instalaciones, la capacitación en primeros auxilios y la comunicación clara con las familias son acciones indispensables. Los protocolos oficiales en su mayoría, establecen la obligación de todos los integrantes de la comunidad de actuar con diligencia, transparencia y apego a la normativa. No hacerlo puede derivar en responsabilidades administrativas o incluso legales.

    La prevención se inicia en la planeación y en la vigilancia. Revisar los espacios, prever contingencias, supervisar en todo momento e informar a la autoridad de los posibles riesgos son actos que fortalecen la seguridad institucional. Pero cuando ocurre un incidente, la respuesta inmediata y la transparencia son esenciales: atender al estudiante, notificar a la autoridad escolar y a la familia, y registrar los hechos en una bitácora o acta circunstanciada constituyen una evidencia de actuación responsable. La documentación es, en muchos casos, el único respaldo que demuestra que se actuó conforme al deber profesional.

    Asimismo, mantener una comunicación clara y respetuosa con las familias fortalece la confianza y evita malentendidos. Informar de manera precisa sobre los protocolos, los seguros escolares y las medidas de prevención, así como conservar constancias de las decisiones de los padres, son prácticas que protegen tanto al personal como a la institución.

    Los nuevos tiempos demandan del personal docente y directivo una actuación profesional basada en la previsión, la comunicación y la evidencia. Anticiparse a los riesgos, actuar con prontitud y dejar constancia de lo realizado son hoy las mejores herramientas para salvaguardar la integridad de estudiantes y la seguridad jurídica de quienes los educan. Porque la educación, es el camino…

    Dr. Manuel Alberto Navarro Weckmann

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    La escuela y las familias

    “La labor del maestro se extiende más allá del aula: implica comprender el contexto, los saberes familiares y las condiciones que acompañan al aprendizaje.”- Laura Petrelli.

    En el entramado de la vida escolar, la relación entre docentes y familias constituye uno de los pilares más significativos del proceso educativo. En los centros escolares, la labor cotidiana de maestras y maestros no se limita a la enseñanza formal, sino que se extiende a la construcción de vínculos que fortalecen las trayectorias formativas de sus estudiantes. 

    Estas relaciones no son estáticas ni homogéneas, se transforman conforme cambian las realidades sociales, culturales y económicas de las comunidades, y demandan del personal educativo una sensibilidad particular para reconocer las condiciones, expectativas y posibilidades de cada familia.

    Establecer una relación sólida con las familias exige del personal un alto nivel de conocimiento, preparación y experiencia. No se trata únicamente de invitarles a participar en actos escolares o reuniones informativas, sino de crear espacios de diálogo genuino donde puedan compartir saberes, preocupaciones y propuestas. La escuela es hoy un núcleo de relaciones pedagógicas que debe propiciar encuentros basados en el respeto y la corresponsabilidad. En este sentido, el docente se convierte en mediador entre saberes escolares y comunitarios, reconociendo que las familias poseen también conocimientos valiosos que nutren la enseñanza y favorecen el aprendizaje.

    La diversidad de estructuras familiares contemporáneas exige a la escuela una apertura que reconozca y valore las múltiples formas de acompañamiento que adultos ofrecen a sus hijos. Este reconocimiento implica dejar atrás visiones que idealizan un solo modelo de familia y avanzar hacia prácticas inclusivas, empáticas y contextualizadas. Cada familia aporta una manera distinta de entender la educación y de vincularse con la escuela; por ello, la labor educativa requiere una lectura crítica del entorno para comprender factores que inciden en la participación familiar y en los aprendizajes de estudiantes.

    El trabajo con familias también revela tensiones. En ocasiones, la distancia, el desconocimiento o las condiciones socioeconómicas dificultan el acercamiento. No obstante, incluso en contextos adversos, las y los docentes buscan alternativas para integrar a las familias a los proyectos escolares, fortaleciendo la confianza y el sentido de comunidad. Estos esfuerzos evidencian que el aprendizaje no ocurre únicamente dentro de las aulas, sino que se construye de manera colectiva entre escuela, familia y comunidad.

    La escuela, en este horizonte, deja de ser un espacio cerrado para convertirse en una comunidad viva, diversa y reflexiva. Cuando los vínculos con las familias se tejen desde la empatía, el diálogo y la cooperación, el aprendizaje se enriquece y la educación se convierte en un proceso compartido. Porque la educación, es el camino…

    Dr. Manuel Alberto Navarro Weckmann

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    Pantallas y desobediencia

    El tiempo excesivo frente a pantallas en la infancia puede alterar la capacidad de atención, el desarrollo emocional y las habilidades de interacción social, comprometiendo el aprendizaje escolar. Sigman, A. (2012)

    Un elemento por demás perceptible en los centros educativos es que la conducta de las niñas, niños y adolescentes se ha hecho más complicada, generando con ello dificultades adicionales para el desarrollo de los procesos de enseñanza y de aprendizaje.

    En los centros educativos de hoy, el trabajo que realizan maestras y maestros va mucho más allá de enseñar a leer, escribir o resolver operaciones matemáticas. Cada día, los equipos escolares enfrentan desafíos cada vez más complejos para garantizar que niñas, niños y adolescentes aprendan de forma integral, en contextos marcados por cambios sociales, culturales y tecnológicos vertiginosos. Sin embargo, muchas de estas acciones cotidianas que se realizan dentro de las aulas suelen pasar desapercibidas para la sociedad, especialmente cuando se trata de prevenir o atender problemáticas que surgen fuera del ámbito escolar pero que afectan directamente los procesos de enseñanza y aprendizaje.

    Un ejemplo claro de ello se relaciona con los efectos que el uso excesivo de pantallas puede tener en la conducta y en el desarrollo socioemocional de niñas y niños. De acuerdo con un estudio reciente realizado por la Dra. Tori Lynn Traxler, investigadora de la Universidad de Carolina del Norte, se identificó una correlación preocupante entre el tiempo de exposición a dispositivos electrónicos y la manifestación de comportamientos como el retraimiento, la desobediencia o las conductas agresivas. El análisis, que incluyó a más de 12,000 niños en edad preescolar, sugiere que quienes pasan más de dos horas al día frente a una pantalla presentan un mayor riesgo de desarrollar problemas de conducta y dificultades para relacionarse con otros niños o para seguir instrucciones .

    En las escuelas, esta realidad se vuelve palpable. Docentes y directivos observan con frecuencia cómo algunos estudiantes muestran menor tolerancia a la frustración, escasa atención sostenida, impulsividad y dificultades para convivir. Estos comportamientos no surgen en el aula, pero sí se expresan ahí. Y es en ese mismo entorno donde el personal escolar, con conocimiento, experiencia y sensibilidad, despliega estrategias pedagógicas que permiten canalizar estas conductas hacia aprendizajes significativos y constructivos. No se trata simplemente de disciplinar o contener: se trata de entender las causas, crear vínculos afectivos, establecer rutinas claras y diseñar experiencias de aprendizaje que favorezcan el desarrollo emocional y cognitivo de cada estudiante.

    Este tipo de situaciones requiere de una profunda preparación docente. Es aquí donde cobra sentido la formación continua, el dominio de enfoques pedagógicos actualizados y la capacidad de leer el contexto para aplicar en el momento preciso las herramientas más adecuadas. Por eso, no se puede subestimar el valor del trabajo docente y directivo. Se necesita de profesionales comprometidos que no solo conozcan el currículo, sino que comprendan a fondo las necesidades de su comunidad escolar.

    Frente a este panorama, es indispensable que madres, padres, cuidadores y sociedad en general reconozcan la complejidad del entorno educativo. Las pantallas, los dispositivos móviles y la hiperconectividad son parte de la vida cotidiana, pero no pueden sustituir la interacción humana, la contención emocional ni las dinámicas de juego y exploración que son fundamentales en la infancia. El trabajo que se hace en las escuelas es un esfuerzo colectivo por recuperar esos espacios, fomentar la convivencia, cultivar el pensamiento crítico y acompañar el desarrollo integral de las nuevas generaciones.

    Revalorizar la labor educativa implica también confiar en el criterio profesional de quienes están al frente de los centros escolares, abrir espacios de diálogo entre familia y escuela, y construir puentes de corresponsabilidad. Solo así podremos transformar esa visión limitada de la escuela como un lugar donde “solo se enseña”, para reconocerla como un espacio de construcción social, de cuidado y de desarrollo humano. Porque la educación es el camino…

    Dr. Manuel Alberto Navarro Weckmann

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    Pensiones Civiles del Estado: Entre la memoria del prestigio y la urgencia del rescate

    Durante décadas, Pensiones Civiles del Estado fue uno de los organismos más reconocidos de Chihuahua por su eficiencia, su modelo solidario de atención médica y su capacidad para brindar servicios de calidad tanto a los trabajadores del estado como a sus familias. Su estructura, ejemplo a nivel nacional, combinaba una atención integral con una visión humanista que le permitió sostener durante años un equilibrio entre la prestación médica, las jubilaciones y los beneficios sociales. Sin embargo, lo que alguna vez fue símbolo de estabilidad y orgullo institucional, hoy se encuentra en una encrucijada que amenaza su viabilidad futura.

    El problema de fondo no es nuevo. Los adeudos acumulados por distintas dependencias gubernamentales, que durante años omitieron cumplir con sus aportaciones, han generado una deuda estructural que hoy asfixia al sistema. Esa falta de liquidez repercute directamente en la operación diaria: procedimientos suspendidos, falta de medicamentos, cirugías aplazadas, limitación de insumos y carencia de pagos a hospitales subrogados. Desde hace meses, la organización sindical mantiene un plantón permanente como señal de alerta y protesta ante la falta de respuestas concretas que garanticen el pago de lo adeudado, pero sobre todo, la preservación de los derechos de los trabajadores activos y jubilados.

    A pesar de este contexto adverso, dentro del propio organismo se han intentado impulsar acciones para mantener a flote el sistema. La apertura de un nuevo espacio de atención permanente 24/7 para pacientes no urgentes, la renovación del área de observación en urgencias, el espacio de las farmacias con medicamentos subrogados a un costado de la farmacia de la institución, la compra de mobiliario y la reorganización del estacionamiento —permitiendo ahora que pacientes en general, pero en particular con movilidad limitada accedan más fácilmente al área de consulta— son esfuerzos palpables que evidencian la voluntad institucional de mejorar. Sin embargo, estos avances contrastan con un panorama más amplio en el que la demanda rebasa la capacidad operativa, revelando una tensión constante entre la buena intención administrativa y la realidad económica.

    El sistema enfrenta hoy una serie de restricciones que afectan directamente a los derechohabientes. Las clínicas privadas han limitado la recepción de pacientes derivados; las terapias requieren autorización de una sola especialista que debe determinar si continúan o no las sesiones retrasando meses la atención; y los servicios de radiología e imagenología presentan una saturación que obliga a las personas a inscribirse en listas de espera o depender de cancelaciones de último minuto porque en este año ya no hay. En muchos casos, la llamada “fila virtual” para conseguir cita con médico general o especialista ha dejado a los pacientes esperando más de diez meses o incluso un año para recibir atención. La tecnología, en lugar de resolver el problema, ha terminado por evidenciarlo con crudeza.

    Esta situación no solo compromete la salud y el bienestar de miles de trabajadores del Gobierno del Estado y sus familias, sino que también pone en riesgo la sostenibilidad financiera del sistema de pensiones. La falta de recursos no solo limita la operación médica, sino que proyecta un futuro incierto respecto al pago de los compromisos financieros, que además uno no deja de preguntarse lo que sucederá en el largo plazo con respecto a las jubilaciones y pensiones. La legislación marca claramente que el gobierno estatal debe asumir el diferencial cuando los ingresos propios del organismo no sean suficientes, pero el cumplimiento de esa obligación no deja de ser un pendiente que inunda las charlas de café con insistencia.

    Pensiones Civiles del Estado necesita más que una solución administrativa; requiere una política integral de rescate, basada en la transparencia, la corresponsabilidad y la voluntad política real de sanear las finanzas públicas. No se trata únicamente de saldar deudas, sino de recuperar la confianza de las y los trabajadores, así como de de reconstruir el prestigio de una institución que durante años fue sinónimo de seguridad, calidad y orgullo para Chihuahua. De no hacerlo, se corre el riesgo de que el colapso financiero se traduzca en una crisis humanitaria silenciosa que impactará no solo a los derechohabientes, sino a todo el sistema de salud pública estatal.

    Dr. Manuel Alberto Navarro Weckmann

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    El aprendizaje experiencial como clave para la dirección escolar

    El aprendizaje que surge de la experiencia constituye una de las formas más profundas y significativas de construcción del conocimiento. No se trata únicamente de transmitir información o de memorizar contenidos, sino de vivir situaciones que permiten reflexionar, analizar y aplicar lo aprendido en contextos reales. Esta manera de aprender favorece una comprensión más sólida, porque conecta las ideas con la vida cotidiana, con los retos de cada entorno y con las emociones que acompañan la práctica.

    Para quienes ejercen la función directiva en los centros escolares, comprender y aplicar esta forma de aprendizaje resulta de enorme relevancia. En su papel de líderes educativos, no solo requieren dominar aspectos normativos y organizativos, sino también generar espacios donde las experiencias se conviertan en oportunidades de crecimiento para docentes, estudiantes y la propia comunidad escolar. El aprendizaje experiencial implica observar con detenimiento, reflexionar críticamente y transformar esas reflexiones en acciones que fortalezcan los procesos de mejora continua y el trabajo colaborativo.

    Desde esta perspectiva, las y los directores pueden impulsar actividades que permitan a los equipos docentes vincular la teoría con la práctica, generar proyectos significativos, diseñar simulaciones o ejercicios que acerquen los contenidos al mundo real, y abrir espacios de inmersión cultural, artística o científica que amplíen las formas de ver y comprender el entorno. Al mismo tiempo, es indispensable reconocer que cada persona aprende de manera distinta, por lo que la personalización y la adaptación a los intereses y necesidades de estudiantes y docentes fortalece la confianza y la participación de todos los actores.

    La labor de la dirección escolar también consiste en convertirse en facilitador de estas experiencias, más que en un mero transmisor de indicaciones. Esto significa guiar, acompañar y brindar retroalimentación oportuna que ayude a que cada experiencia se convierta en un aprendizaje transformador. Asimismo, implica modelar la importancia del aprendizaje permanente, mostrando con el ejemplo que siempre se puede seguir creciendo y adaptándose a los cambios.

    Cuando se asume esta perspectiva, el impacto se refleja en múltiples dimensiones. El clima escolar se fortalece porque la experiencia compartida fomenta la confianza y el respeto mutuo. El trabajo en equipo se enriquece porque cada integrante encuentra sentido en lo que hace y comprende la utilidad de sus aportaciones. Las relaciones laborales se vuelven más cercanas y constructivas porque hay un compromiso compartido con el aprendizaje y la mejora continua. Todo ello genera un ambiente mucho más favorable para que niñas, niños y adolescentes vivan procesos educativos significativos, disfruten aprender y se sientan motivados a seguir explorando y descubriendo.

    En este sentido, el aprendizaje experiencial no es una estrategia más, sino una herramienta imprescindible para la construcción de comunidades escolares comprometidas con la transformación y el crecimiento. Reconocer su valor y ponerlo en práctica desde la función directiva es abrir el camino hacia una escuela viva, dinámica y sensible a las necesidades de quienes la conforman.

    Dr. Manuel Alberto Navarro Weckmann

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    El aprendizaje como proceso de fortalecimiento en la dirección escolar

    El aprendizaje es un proceso continuo que no se limita a la simple acumulación de información, sino que implica la construcción de significados, la conexión con experiencias previas y la capacidad de aplicar lo aprendido en situaciones concretas. Para quienes ejercen la función directiva, comprender a fondo cómo se da este proceso resulta fundamental, ya que no solo se trata de adquirir conocimientos propios, sino de favorecer que toda la comunidad escolar encuentre caminos para aprender de manera más sólida, recordando y utilizando aquello que es verdaderamente relevante en su práctica cotidiana.

    En el ejercicio de la dirección, captar la atención y despertar el interés es el primer paso para impulsar cambios reales en la escuela. Una persona directiva que logra despertar entusiasmo entre su equipo docente y en la comunidad escolar abre la puerta a un clima propicio para el aprendizaje compartido. No basta con transmitir información, es necesario darle sentido, organizarla de manera que sea comprendida y pueda utilizarse posteriormente en la vida cotidiana del aula y de la institución. Esta forma de concebir el aprendizaje contribuye al fortalecimiento del trabajo colaborativo y permite que los esfuerzos individuales se transformen en avances colectivos.

    También es imprescindible reconocer que el aprendizaje se construye sobre bases firmes. Cuando las y los directores apoyan a su equipo para enfocarse primero en los elementos esenciales antes de profundizar en aspectos más complejos, generan confianza y facilitan que el personal docente y administrativo se sienta acompañado en el proceso. Asimismo, establecer conexiones entre lo nuevo y lo ya conocido es una estrategia poderosa que refuerza la memoria y la comprensión, lo que a nivel institucional favorece la mejora del clima escolar al mostrar que todos los aprendizajes tienen un lugar y un sentido dentro del proyecto educativo.

    Otro aspecto central es la aplicación de lo aprendido. La teoría sin práctica pierde fuerza, y en las escuelas esto se evidencia cuando las decisiones directivas no se llevan a la acción. La práctica cotidiana, la discusión en equipo y la reflexión conjunta permiten transformar el conocimiento en herramientas útiles para resolver situaciones reales. En este sentido, los directores que impulsan la aplicación de lo aprendido contribuyen a la mejora del ambiente de trabajo y, en consecuencia, al fortalecimiento del entorno en que niñas, niños y adolescentes desarrollan sus aprendizajes.

    Asimismo, hay que considerar que la memoria y la retención no son automáticas. Repetir, replantear y volver a revisar la información son procesos necesarios para consolidar el aprendizaje. Un director que fomenta espacios de repaso, diálogo y retroalimentación está asegurando que las ideas clave permanezcan y se conviertan en hábitos de trabajo en la comunidad escolar. El aprendizaje, de esta forma, no se vuelve algo pasajero, sino parte de una mejora continua que nutre las relaciones laborales, incrementa la confianza y da solidez al rumbo de la escuela.

    Comprender y aplicar estrategias para fortalecer el aprendizaje es, por tanto, una de las tareas más significativas de la función directiva. La manera en que se guía a un equipo para recordar, conectar y aplicar lo aprendido influye directamente en la construcción de un clima de aprendizaje positivo, donde tanto el personal como el alumnado encuentran motivación para crecer. La dirección escolar que promueve estos procesos no solo organiza y acompaña, sino que inspira y transforma, creando un entorno favorable para que la comunidad educativa alcance su máximo potencial.

    Dr. Manuel Alberto Navarro Weckmann

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    Frases que transforman el liderazgo escolar

    Un liderazgo escolar saludable no se construye únicamente con decisiones administrativas, sino con la fuerza de la palabra, la confianza en los demás y la creación de un ambiente en donde cada persona se sienta reconocida y escuchada. En los centros educativos, la función directiva se fortalece cuando las y los responsables de conducir la vida escolar saben utilizar expresiones que generan apertura, diálogo y confianza. Las frases que transmiten apoyo, seguridad y reconocimiento son claves para impulsar la mejora en el trabajo colaborativo, el fortalecimiento del clima escolar y la consolidación de relaciones laborales basadas en el respeto mutuo.

    Cuando un directivo expresa confianza en el criterio de los demás, abre paso a la autonomía y a la creatividad, factores indispensables para que el equipo docente se sienta capaz de innovar y proponer. De igual forma, al dar voz a las perspectivas de cada integrante de la comunidad, se fomenta un sentido de pertenencia que impacta directamente en la mejora del clima de aprendizaje. Reconocer los logros individuales y colectivos refuerza la motivación y ayuda a que cada esfuerzo se sienta valorado, lo cual repercute en un ambiente positivo que beneficia tanto al personal como a las niñas, niños y adolescentes.

    También es fundamental que quienes dirigen sepan abrir espacios de escucha para identificar los obstáculos que enfrentan los miembros del equipo y mostrar disposición a trabajar en conjunto para superarlos. El acompañamiento constante, expresado a través de mensajes de apoyo y cercanía, equilibra la exigencia con la solidaridad, permitiendo que el trabajo fluya de manera armónica. Celebrar los avances, por pequeños que sean, recuerda que cada paso dado tiene un valor y que los logros compartidos fortalecen la cohesión de la comunidad escolar.

    En la dirección escolar, estas prácticas discursivas no son simples palabras, sino herramientas poderosas que construyen confianza, alientan la colaboración y promueven la mejora continua. Al integrarlas en la vida diaria de los centros educativos, se transforman las relaciones, se fortalece la acción conjunta y se crea un entorno donde el aprendizaje florece. En definitiva, lo que se dice y cómo se dice puede marcar la diferencia entre un ambiente escolar desgastado y uno en el que cada persona encuentra motivación para contribuir a la formación de las y los estudiantes.

    Dr. Manuel Alberto Navarro Weckmann

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    El arte de persuadir en la dirección escolar

    Cuando una persona asume la función directiva en una institución educativa, se enfrenta a una realidad en la que no solo importan las decisiones académicas o administrativas, sino también la manera en que se logra influir positivamente en quienes integran la comunidad escolar. La capacidad de persuadir, entendida como el arte de generar confianza, inspirar credibilidad y motivar al equipo, se convierte en un factor esencial para fortalecer el trabajo colectivo y construir un clima escolar favorable.

    Un liderazgo persuasivo comienza con la autenticidad. Un gesto genuino, un trato cercano y un interés verdadero por las personas generan un ambiente de apertura que facilita el diálogo y la colaboración. No se trata de aparentar, sino de transmitir seguridad y confianza de manera natural, lo cual da pie a que el personal docente, administrativo y las familias perciban coherencia entre lo que se dice y lo que se hace. Esta autenticidad se refleja en la disposición a reconocer y valorar a cada integrante, respetando su identidad y haciéndolo sentir parte de la vida escolar.

    El lenguaje no verbal también juega un papel decisivo. Una mirada atenta, una postura de escucha activa y una actitud abierta envían mensajes tan poderosos como las palabras. Cuando una directora o un director transmite con su presencia que está dispuesto a comprender y acompañar, el equipo percibe cercanía y respaldo, lo que fortalece el compromiso colectivo y la mejora en las relaciones laborales.

    Otro aspecto clave es la capacidad de iniciar con logros alcanzables. En el ámbito escolar, una victoria temprana —como la resolución de un problema cotidiano o la puesta en marcha de una acción sencilla de mejora— puede convertirse en un motor de motivación. Cuando el equipo percibe resultados visibles desde el inicio, se genera confianza en el liderazgo y se abre paso a un compromiso más profundo con proyectos de mayor alcance.

    Asimismo, la función directiva implica reconocer que toda propuesta tiene retos y posibles dificultades. Lejos de ocultarlos, es más constructivo reconocerlos abiertamente, mostrar que han sido analizados y plantear alternativas para afrontarlos. Este tipo de transparencia otorga confianza al personal, pues revela una conducción honesta y orientada al fortalecimiento del trabajo en común.

    Escuchar con la intención de comprender, más que de responder, es otra característica indispensable. Cuando quienes dirigen una escuela escuchan de manera genuina a docentes, estudiantes y familias, envían un mensaje de respeto que fomenta la colaboración y la mejora del clima de aprendizaje. Esta escucha activa no solo resuelve problemas inmediatos, sino que permite anticipar necesidades y proyectar acciones de mejora continua.

    Finalmente, es importante otorgar a las personas el tiempo y el espacio necesarios para reflexionar y decidir. En la vida escolar, las decisiones apresuradas suelen debilitar la confianza y la cohesión. Un liderazgo que respeta los tiempos de su comunidad favorece un entorno más sereno y productivo, donde los acuerdos son más sólidos y sostenibles.

    En conjunto, estas prácticas no solo hacen más sólida la función directiva, sino que permiten que el trabajo en equipo florezca, que las relaciones laborales se fortalezcan y que el ambiente escolar se convierta en un espacio propicio para el aprendizaje de niñas, niños y adolescentes. Un liderazgo persuasivo, cercano y humano es, en definitiva, una herramienta clave para transformar la vida escolar.

    Dr. Manuel Alberto Navarro Weckmann

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    Señales de alerta en la vida escolar: cuando la cultura no favorece el aprendizaje

    En todo centro educativo, la cultura que se vive en el día a día determina en gran medida el ambiente de trabajo y, por ende, el aprendizaje de las niñas, niños y adolescentes. Existen situaciones que pueden pasar inadvertidas, pero que en realidad son indicadores claros de que algo no está funcionando como debería. Cuando la participación de la comunidad escolar es mínima, cuando nadie se siente con la confianza de expresar lo que piensa o de pedir retroalimentación, se crea un clima de silencio que limita el crecimiento colectivo. Esto repercute directamente en el trabajo directivo, pues sin diálogo y apertura resulta muy difícil orientar a un equipo hacia una meta compartida.

    Otro aspecto que merece atención es la falta de claridad en la dirección que se desea seguir. Cuando no existe un propósito que dé sentido a las acciones, las personas terminan cumpliendo con lo estrictamente necesario, sin involucrarse de manera significativa. Esto no solo impacta en el trabajo colaborativo, sino que debilita los vínculos entre quienes conforman la institución, generando una desconexión entre quienes dirigen y quienes llevan a cabo las actividades cotidianas. Para quienes ejercen la función directiva, reconocer este fenómeno es esencial, pues de lo contrario se corre el riesgo de perder la confianza del equipo y con ello la posibilidad de impulsar mejoras reales en el clima escolar.

    También es importante atender lo que sucede cuando la solicitud de cambio del personal se vuelve constante. Esto revela que no se logra construir un sentido de pertenencia ni un acompañamiento adecuado. En el terreno educativo, este tipo de situaciones afecta directamente la continuidad de los proyectos escolares y la estabilidad emocional tanto de docentes como de estudiantes. Para la función directiva, atender estos aspectos con acompañamiento y orientación fortalece no solo el trabajo del personal, sino también la posibilidad de consolidar un ambiente propicio para el aprendizaje.

    En este sentido, la función directiva debe comprender que la construcción de una cultura escolar sana y positiva no se logra de manera inmediata, sino que requiere tiempo, escucha, participación y la firme convicción de mejorar continuamente. Reconocer los indicadores que muestran cuando una cultura no favorece la colaboración ni el aprendizaje es un paso imprescindible para transformar las prácticas, fortalecer el trabajo en equipo, mejorar el clima escolar y, en última instancia, asegurar que niñas, niños y adolescentes cuenten con un entorno que motive su desarrollo integral.

    Dr. Manuel Alberto Navarro Weckmann

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