La comunicación desde la dirección

«El arte de la comunicación es el idioma del liderazgo.» – James Humes

De principio, pareciera que la comunicación de todos los actores incluidos en el ámbito educativo tiene el mismo peso, significado y consecuencias, sin embargo, en la comunicación que se da al interior de una escuela, aquella que proviene de la dirección escolar, tiene, como dice Olmo (2012), una función volcánica que infunde a cada uno de los estratos de la comunidad educativa 

Es clara la relevancia del lenguaje y la comunicación desde el liderazgo directivo, enfocándose particularmente en los centros educativos. Este enfoque se revela como esencial no solo para una coordinación efectiva de acciones sino también para crear un ambiente favorable al aprendizaje de sus estudiantes.

La ontología del lenguaje nos enseña que el lenguaje no solo describe la realidad, sino que la crea. En el contexto educativo, esto implica que quienes ejercen el rol de la dirección escolar pueden usar el lenguaje para formar un entorno positivo, inclusivo y propicio para el aprendizaje. El personal directivo, por lo tanto, deben ser conscientes del poder de sus palabras y cómo estas influyen en la atmósfera del centro educativo.

Así, para que líderes educativos puedan desarrollar un impacto positivo en su centro educativo, deben practicar de manera importante tanto la escucha activa como la empatía. Esto les permite comprender mejor las necesidades y preocupaciones de estudiantes, docentes, otros miembros del personal y padres de familia, así como responder de manera adecuada y constructiva. La empatía y la comprensión son piedras angulares para un liderazgo que busca genuinamente el bienestar y el progreso de una comunidad educativa.

Otro aspecto crucial es la promoción de un clima de comunicación abierta, donde se valore y se busque activamente el aporte de todos. Esto fomenta la colaboración, el trabajo en equipo y la innovación, elementos clave para un ambiente de aprendizaje adecuado. Alguien que facilita esta comunicación abierta y colaborativa asegura un flujo constante de ideas y retroalimentación, vital para el crecimiento y la adaptación en un entorno educativo.

Los líderes en educación también deben ser capaces de adaptar su comunicación a diversos contextos y audiencias, incluyendo la comunicación verbal, no verbal y escrita. Además, deben ser hábiles en el manejo de la diversidad cultural y lingüística, lo cual es fundamental en un entorno educativo cada vez más globalizado. Esta adaptabilidad asegura que el mensaje del líder sea efectivo y respetuoso de las diferencias individuales y culturales.

En este setido, resulta fundamental entender que las habilidades de comunicación son esenciales para la gestión de conflictos y la negociación. Un líder educativo debe ser capaz de resolver diferencias y alcanzar acuerdos de manera constructiva, manteniendo el ambiente educativo centrado en el aprendizaje y el desarrollo de estudiantes. Esto implica no solo habilidad para hablar, sino también para escuchar y entender múltiples perspectivas.

El cuidado y el desarrollo del lenguaje y la comunicación directiva dentro de los centros educativos son de vital importancia. Un liderazgo efectivo basado en estos principios no solo mejora la coordinación de acciones, sino que también crea un entorno que favorece el aprendizaje y el desarrollo integral de estudiantes. Este enfoque holístico en la comunicación es fundamental para abordar los retos actuales y futuros en la educación. Porque la educación, es el camino

Dr. Manuel Alberto Navarro Weckmann.

Doctor en Gerencia Pública y Política Social. Miembro de la Asociación de Editorialistas de Chihuahua

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El rol directivo y los límites claros

«Un límite establecido con respeto, amor y firmeza, se convierte en guía, no en barrera.» – Jane Nelsen

En los centros educativos, el ambiente de trabajo puede tornarse complicado debido las circunstancias propias de las interacciones de las personas que interactúan en el centro escolar, especialmente a la diversidad de personalidades y antecedentes de quienes laboran allí. Las mismas actitudes y comportamientos que para algunos pueden parecer normales, para otros resultan disruptivos y generan tensiones. Sin embargo, el objetivo primordial de cualquier institución educativa es el aprendizaje de los estudiantes, y este propósito puede verse comprometido si desde la dirección escolar no se establecen límites claros, respetuosos y congruentes para el equipo de trabajo.

La dirección escolar, por la propia naturaleza normativa y funcional del centro escolar en el contexto de su trabajo al interior del centro educativo, le corresponde el establecimiento de un marco de acción para el desarrollo de las actividades y en mucho, de que se generen las condiciones para el aprendizaje al interior de la escuela.

Los límites son fundamentales en cualquier ámbito de la vida, pero en el contexto de una institución educativa, adquieren una significación especial. A diferencia de los estudiantes, que están en proceso de formación, el personal ya cuenta con experiencias y formación previa que, en ocasiones, pueden favorecer u dificultar la implementación de cierta normatividad y políticas al interior del centro escolar. Sin embargo, estas normas son esenciales para mantener un clima laboral saludable.

Cuando por alguna situación algún miembro del personal rebasa el límite de tolerancia la hora de entrada, su forma de relación con otros miembros del personal se da bajo expresiones con un tono poco respetuoso o se manifiestan excusas para no cumplir con sus responsabilidades, se hace necesario el llevar a cabo una plática personal, privada, directa y clara. Si bien estos comportamientos pueden parecer menores, pueden tener un impacto significativo en el ambiente laboral y, por extensión, en el proceso educativo.

Ante estas circunstancias, más allá de la normatividad existente, la dirección escolar tiene la responsabilidad de intervenir y establecer límites claros. Es esencial que directoras y directores se enfrenten a estos desafíos de manera directa y no mediante advertencias generales. A menudo, las llamadas de atención genéricas no tienen el impacto deseado y pueden generar incomodidad entre aquellos que sí cumplen con sus responsabilidades.

Es crucial diferenciar entre la persona y sus acciones. Si bien es necesario abordar comportamientos inapropiados, esto debe hacerse con respeto y de manera privada. La figura directiva debe acercarse a la persona en cuestión, discutir las conductas problemáticas, sus consecuencias y buscar soluciones. Esta comunicación no solo aborda el problema, sino que también proporciona a la persona una oportunidad de expresar sus preocupaciones y recibir el apoyo necesario.

En última instancia, establecer límites claros y comunicarlos de manera efectiva no solo mejora el clima laboral, sino que también garantiza que la institución cumpla con su misión principal: lograr el aprendizaje de sus estudiantes. La dirección escolar debe adoptar un enfoque proactivo y respetuoso al abordar problemas conductuales, siempre con el objetivo final de garantizar el bienestar y el aprendizaje de los estudiantes en mente. Porque la educación es el camino…

La violencia empieza en el hogar

Eduquemos a los niños y no será necesario castigar a los hombres». Pitágoras.

La violencia y el acoso escolar son fenómenos que reflejan, en muchos casos, las dinámicas vividas en el hogar y las experiencias tempranas de niños y adolescentes. Estas problemáticas, aunque pueden surgir de diversos orígenes, a menudo encuentran un fuerte impulso en el ámbito familiar, siendo posteriormente magnificadas o replicadas en la escuela y, con el tiempo, en la sociedad en general.

El hogar es el primer espacio educativo y formativo que experimenta una persona. Es en este contexto inicial donde los individuos desarrollan su primer sentido de identidad, moralidad y comprensión del mundo que los rodea. Por lo tanto, si lo que observan y experimentan en casa está impregnado de violencia, falta de respeto o negligencia, es probable que, de manera consciente o inconsciente, consideren estos comportamientos como normales o justificables.

Consideremos la trascendencia de este aprendizaje temprano. Si un niño es testigo o víctima de violencia doméstica, aprende que la agresión es una herramienta legítima de interacción. Si, además, el ambiente en casa está marcado por el descuido, la falta de atención y la ausencia de límites claros, ese niño podría buscar atención o intentar establecer algún tipo de control mediante comportamientos disruptivos o violentos.

La exposición temprana a contenidos violentos en medios de comunicación o la desvalorización de la educación por parte de los adultos a cargo también pueden sentar bases perniciosas en la personalidad en formación de jóvenes. Se les enseña, implícitamente, a no valorar el aprendizaje, el respeto mutuo y el entendimiento pacífico.

Las escuelas, entonces, se convierten en los primeros escenarios externos donde estos comportamientos se manifiestan. Pero es importante comprender que las instituciones educativas, aunque juegan un papel fundamental, no pueden, por sí solas, contrarrestar o corregir todas las fallas o carencias del entorno familiar. La escuela puede ofrecer herramientas y oportunidades para la transformación, pero es esencial que el hogar y la escuela trabajen en conjunto.

Si estos comportamientos no son abordados adecuadamente en las primeras etapas de la vida, existe el riesgo de que se consoliden y evolucionen en la adultez, llevando a individuos que perpetúan ciclos de violencia, discriminación y desvalorización de los demás. Estos individuos pueden, a su vez, establecer familias donde se repiten los mismos patrones, creando un círculo vicioso difícil de romper.

Por lo tanto, la clave está en la prevención y la educación desde los primeros años de vida. Es fundamental que la sociedad reconozca la importancia de educar en valores, empatía, respeto y comunicación efectiva desde el hogar. El ejemplo que los adultos proporcionen es la lección más duradera que un niño puede recibir.

Los adultos, tanto en el hogar como en la escuela, tenemos la responsabilidad de ser modelos de conducta positiva, promoviendo ambientes seguros y saludables para el desarrollo integral de los niños y adolescentes. Solo así podremos aspirar a una sociedad más justa, pacífica y respetuosa. Porque la educación es el camino…

Dr. Manuel Alberto Navarro Weckmann.

Doctor en Gerencia Pública y Política Social. Miembro de la Asociación de Editorialistas de Chihuahua

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La escuela, entre la realidad y la aspiración

«La función de la educación es enseñar a uno a pensar intensamente y a pensar críticamente. Inteligencia más carácter – esa es la meta de la verdadera educación.» – Martin Luther King Jr.

El aprendizaje trasciende los muros de la escuela; es un proceso continuo que se da en el hogar, en la calle y en cada interacción diaria. Las experiencias significativas de la vida cotidiana son fuente de aprendizaje práctico y, a menudo, están arraigadas en los valores y principios inculcados en el hogar. Sin embargo, la escuela juega un papel crucial en la sociedad contemporánea, más allá de su función tradicional de educar.

La escuela y en general todo el personal que trabaja en los centros educativos, son parte de la respuesta que el Estado brinda para cumplir con el derecho a la educación de las niñas, niños y adolescentes en cada uno de los rincones del país.

La importancia de la escuela no radica solamente en la transmisión de conocimientos, sino en su habilidad para preparar a las personas jóvenes para utilizar de manera crítica y beneficios en su propia vida la información y los contextos culturales, sociales y económicos que les rodean. En un momento histórico en el que se debate intensamente sobre la relevancia del currículo escolar, reflexionar sobre la función estructural de la educación formal se vuelve imperativo.

La escuela no solo se nutre de los ideales y estructuras sociales propuestas por el Estado, sino que integra el contexto vivencial del estudiante como un elemento esencial para el aprendizaje. Reconoce la realidad personal, familiar y social como el eje sobre el cual deben girar los valores y principios para que el aprendizaje sea verdaderamente significativo.

Entender la función social de la escuela implica reconocer su fundamento en las raíces de las familias y de la sociedad. Aunque a menudo se le critique por métodos que parecen obsoletos, la escuela debe mirar hacia el futuro sin perder de vista la realidad presente de sus estudiantes. En un país de gran diversidad cultural y marcada desigualdad social, la educación tiene el potencial de ser un agente transformador que permite a cada niño y adolescente comprender su entorno y utilizar ese conocimiento para mejorar su realidad individual.

La escuela ofrece, por tanto, una oportunidad única para que niños, niñas y adolescentes enfrenten el mundo actual y se preparen para su futuro, respetando y valorando su contexto particular. Con más de un cuarto de millón de centros educativos y más de 26 millones de estudiantes, la educación se posiciona como un elemento fundamental y poderoso en la construcción de una sociedad más equitativa y consciente.

Reflexionar en estos últimos días del año sobre la educación es reconocer su valor transformador y su potencial para capacitar a las nuevas generaciones en la construcción de un futuro mejor, partiendo de su realidad específica y equipándoles con las herramientas necesarias para enfrentar y dar forma al mundo que les rodea. La educación es, en este sentido, no solo un derecho sino una herramienta imprescindible para el progreso social. Porque la educación es el camino… Muy Feliz año 2024.

Dr. Manuel Alberto Navarro Weckmann.

Doctor en Gerencia Pública y Política Social. Miembro de la Asociación de Editorialistas de Chihuahua

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Falta de cariño y aprendizaje

“Lo que se les da a los niños, los niños darán a la sociedad.” – Karl A. Menninger

Resulta muy evidente en los centros escolares, el apreciar a las niñas, niños o adolescentes que carecen de aprecio o cariño al interior de sus hogares, aquellos que viven en entornos de violencia o que sufren de algún tipo de discriminación, pues sus características hacen evidente esta situación, sin embargo, en muchas ocasiones cuando llegan a la escuela, ya es tarde para poder remediar completamente los efectos de este tipo de situaciones en el hogar. Estas situaciones les hace producir cortisol y noradrenalina, dos hormonas asociadas al estrés. Estos años forman el cimiento sobre el cual se construyen futuros individuos y, en consecuencia, la posibilidad de sociedades más sanas y equitativas o no.

El cariño, el cuidado y la prevención de la violencia y el estrés en el hogar no son solo necesidades básicas, sino derechos fundamentales de cada niño. La falta de estos elementos esenciales no solo afecta el bienestar inmediato de las niñas, niños y adolescentes sino que también tiene ramificaciones profundas y duraderas en su vida adulta y en la sociedad en general.

Los efectos del estrés crónico, la violencia y la discriminación en la infancia se reflejan no solo en la salud física y mental del individuo, sino también en su capacidad para aprender, interactuar socialmente y, finalmente, en su contribución a la sociedad. Así, los niños expuestos a entornos adversos pueden enfrentar desafíos significativos en la formación de relaciones saludables, en su desempeño académico y profesional, y son más susceptibles a comportamientos de riesgo y problemas con la ley.

Esto no solo impacta la vida de estos individuos, sino que también impone una carga social y económica considerable en la comunidad. Desde el aumento de la criminalidad hasta la sobrecarga de los sistemas de justicia y salud, las consecuencias se extienden mucho más allá del individuo.

La educación, tanto en el hogar como en las escuelas, juega un papel crucial en la prevención de estos efectos adversos. La sensibilización y capacitación de padres y madres sobre la importancia del cariño, el apoyo emocional y la educación en un entorno libre de violencia y estrés es fundamental para cambiar esta realidad.

Además, es esencial que las autoridades implementen políticas y programas que apoyen a las familias en esta tarea. Esto incluye garantizar el acceso a servicios de salud mental, programas de intervención temprana y apoyo continuo y accesible para quienes han experimentado trauma o adversidad.

Reconocer y actuar sobre la importancia de los primeros años de vida es una inversión en el futuro de nuestra sociedad. No solo se trata de prevenir problemas, sino de fomentar el desarrollo de personas saludables, resilientes y capaces de contribuir positivamente a su comunidad. La responsabilidad es compartida: las familias, educadores y autoridades deben trabajar para asegurar que cada niño tenga la oportunidad de crecer en un ambiente de respeto, cariño, seguridad y apoyo. Porque la educación es el camino…

Dr. Manuel Alberto Navarro Weckmann.

Doctor en Gerencia Pública y Política Social. Miembro de la Asociación de Editorialistas de Chihuahua

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El recreo y el aprendizaje

«El juego permite a los niños usar su creatividad mientras desarrollan su imaginación, destreza y fuerza física, cognitiva y emocional». Asociación Americana de Pediatría

El recreo no es simplemente un tiempo para que las niñas, niños y adolescentes se desahoguen o un espacio para que sus maestros tomen un respiro. Es, en realidad, una parte crucial del día escolar que beneficia a los niños tanto a nivel físico como psicológico y social. Aquí, los niños exploran, crean, resuelven problemas, construyen relaciones y, en última instancia, aprenden.

En primer lugar, debemos entender que el recreo contribuye al desarrollo físico esencial de las niñas, niños y adolescentes. En una época en la que la obesidad infantil es un problema de salud pública, el recreo ofrece la oportunidad de que se muevan, quemen calorías y fortalezcan músculos y huesos. Más allá de esto, también fomenta la coordinación motora y el equilibrio, habilidades necesarias para la vida diaria.

En términos de salud mental, el recreo es una oportunidad para que los estudiantes reduzcan el estrés y la ansiedad que a veces pueden acumularse en el aula. Este tiempo libre también puede mejorar el estado de ánimo y la autoestima, aliviando la presión de las tareas académicas y permitiendo a estudiantes volver a las aulas con una mente renovada y lista para aprender.

El recreo también es un espacio vital para el desarrollo social. Aquí, en un entorno menos formal y estructurado, los estudiantes aprenden a compartir, a resolver conflictos, a negociar y a cooperar con otros. Estas son habilidades esenciales para la vida que a menudo no se enseñan de manera explícita en el aula, pero son igualmente importantes para su futuro.

Es en el recreo que los niños tienen la oportunidad de explorar y aprender a través del juego. Este tipo de aprendizaje lúdico, lleno de estrategia, memoria y habilidades motoras, complementa el aprendizaje formal que ocurre en el aula, ofreciendo a los niños un contexto práctico y agradable para aplicar y desarrollar nuevas habilidades.

Es importante destacar que el recreo fomenta la creatividad y la autonomía. Los niños son libres de inventar sus propios juegos, crear historias, practicar la toma de decisiones y asumir responsabilidades. Estos son factores esenciales para el desarrollo de la creatividad, la resiliencia y la capacidad para manejar situaciones nuevas.

Por todo lo anterior, es vital entender que eliminar o reducir el recreo, ya sea por castigo, por trabajo o por presiones de cualquier tipo contraproducente. En lugar de mejorar el rendimiento académico, puede terminar perjudicándolo. Los niños necesitan descansos para recargar energías, renovar su concentración y absorber la información que se les enseña.

Así, es fundamental comprender la importancia del recreo y defender su lugar en el día escolar. El recreo no es un lujo, es una necesidad para el desarrollo integral y saludable de nuestras niñas, niños y adolescentes. Juntos, podemos trabajar para asegurar que el recreo sea valorado como una parte esencial de la educación de nuestros hijos. Porque la educación es el camino…

Dr. Manuel Alberto Navarro Weckmann.

Doctor en Gerencia Pública y Política Social y miembro de la Asociación de Editorialistas de Chihuahua

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Hacia una nueva masculinidad

«La crisis que enfrentan los hombres no es la crisis de la masculinidad, sino la crisis de la masculinidad patriarcal. Hasta que no hagamos esta distinción clara, los hombres continuarán temiendo que cualquier crítica al patriarcado representa una amenaza». Bell Hooks

La reciente conmemoración del Día Internacional del Hombre nos debe invitar a una reflexión crítica sobre la masculinidad y su papel en el fortalecimiento de una sociedad equitativa. La persistencia de flagelos como el machismo, el suicidio masculino, la violencia de género y la homofobia, junto con la desatención de la salud masculina —tal como se refleja en el estigma en torno al cáncer de próstata—, subraya la deficiencia de nuestros esfuerzos educativos y culturales. Los chistes sexistas y los estereotipos perjudiciales, tan arraigados en el tejido social, son manifestaciones de una educación que requiere una revisión radical.

Siguiendo las directrices de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), es imperativo promover modelos masculinos positivos que trasciendan los estereotipos, reevaluar el paradigma de la masculinidad, y enfatizar en la salud y bienestar integral de los hombres. De igual manera, se debe fomentar la mejora de las relaciones de género y cuestionar el rol de los hombres en la construcción de una sociedad justa, que respete y celebre la diversidad y la igualdad de género.

Los gobiernos, con políticas públicas adecuadas en seguridad, educación y salud, libres de sesgos religiosos o ideológicos con base en información objetiva y precisa, deben asegurarse de que la legislación refleje y sancione adecuadamente la violencia de género, y de que existan recursos accesibles para los hombres que buscan ayuda para cuestiones de salud mental y física. 

En el ámbito educativo, las escuelas deben ser incubadoras de progreso, con acciones que fomenten la igualdad de género y la apreciación de la diversidad, con recursos que celebren una variedad de experiencias y perspectivas masculinas, así como la implementación de actividades que fomenten el desarrollo de habilidades socioemocionales en las niñas, niños y jóvenes.

En casa, la transformación debe iniciar con el reconocimiento y la confrontación de la violencia y el sexismo. Las familias deben esforzarse por erradicar el lenguaje y los comportamientos perjudiciales, cultivando un ambiente que valore la vulnerabilidad y la comunicación abierta. La paternidad activa y el reparto equitativo de las responsabilidades del hogar son pasos esenciales para desmantelar de las estructuras de poder tradicionales.

A nivel social, se debe promover la participación de hombres en la colaboración con organizaciones que abogan por la salud masculina y contra la violencia basada en género, y la creación de espacios seguros donde los hombres puedan explorar y expresar sus emociones sin temor al juicio o estigmatización.

Así, mediante la implementación de estrategias en consenso, podemos fomentar una reconceptualización de una masculinidad que sea coherente con los valores de respeto, equidad y bienestar. La necesidad de una transformación es apremiante, y solo a través de un compromiso colectivo y acciones resueltas podremos esperar forjar una realidad que en realidad refleje nuestras aspiraciones más elevadas para la sociedad. Porque la educación es el camino…

Doctor en Gerencia Pública y Política Social y miembro de la Asociación de Editorialistas de Chihuahua

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El rol de la familia en la escuela

«Un sistema escolar que no tenga a los padres como cimiento, es igual a una cubeta con un agujero en el fondo». Jesse Jackson

La participación activa de los padres de familia en los proyectos educativos y en la vida escolar de sus hijos es un pilar fundamental para el éxito académico y el desarrollo integral de estudiantes. Este enfoque colaborativo entre la escuela y el hogar trasciende la tradicional visión de los padres como meros proveedores de recursos o asistentes ocasionales en la entrega de boletas o en actividades escolares, abriendo un espacio más amplio y significativo para su implicación.

Para los equipos de los centros escolares, es crucial reconocer y valorar la diversidad de experiencias, conocimientos y habilidades que los padres pueden aportar. La colaboración con las familias no solo enriquece el proceso educativo, sino que también fortalece la comunidad escolar, creando un ambiente de respeto y apoyo mutuo. La inclusión de los padres en la planificación y ejecución de proyectos educativos no solo mejora el rendimiento académico de los estudiantes, sino que también fomenta habilidades sociales, responsabilidad, y autoestima.

Por otro lado, para las familias, involucrarse activamente en la educación de sus hijos significa ir más allá del apoyo en tareas y la provisión de recursos. Significa estar presentes, interesados y comprometidos con su desarrollo académico y personal. Esta implicación directa tiene un impacto positivo no solo en el aprendizaje de los niños, niñas y adolescentes, sino también en la construcción de una relación más sólida. 

Además, al participar en los proyectos escolares, los padres se convierten en modelos a seguir para sus hijos, mostrando la importancia de la educación y el aprendizaje continuo, lo que fomenta la cercanía al interior de la familia, estimula los temas comunes de conversación y amplía las experiencias y los recuerdos de los menores y adolescentes sobre esta importante etapa en sus vidas.

Es esencial que tanto escuelas como familias trabajen juntas para superar los mitos y tradiciones que limitan la participación parental, promoviendo un diálogo continuo y constructivo. Los beneficios de una colaboración efectiva entre padres y escuelas son evidentes y múltiples: desde la mejora en el rendimiento académico y el desarrollo socioemocional, hasta la creación de un ambiente escolar más inclusivo y respetuoso.

La participación activa de los padres en los proyectos escolares no es solo un complemento deseable, sino un componente esencial para el éxito y el bienestar de estudiantes. Se enseña mucho más con el ejemplo que con las palabras. Al unir esfuerzos, las familias y las escuelas pueden construir una comunidad educativa más fuerte, inclusiva y efectiva, beneficiando no solo a los estudiantes, sino a la sociedad en su conjunto. Porque la educación es el camino…

Doctor en Gerencia Pública y Política Social y miembro de la Asociación de Editorialistas de Chihuahua

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Las enseñanzas de Otis

«La caridad es humillante porque se ejerce verticalmente y desde arriba; la solidaridad es horizontal e implica respeto mutuo.» Eduardo Galeano

El devastador paso del huracán Otis por Guerrero ha dejado una estela de desolación, particularmente en Acapulco y sus alrededores. Las cifras trascienden los dígitos de un informe; relatan historias de vidas jóvenes interrumpidas, de educación en pausa, de futuros inciertos. Casi 300,000 niños, niñas y adolescentes han sido afectados directamente, y el cierre de escuelas ha impactado la educación básica de casi 178,000 estudiantes. Este impacto al sistema educativo resalta una verdad ineludible en todo México: la urgencia de prepararnos mejor frente a desastres naturales y de unirnos en la adversidad para construir una comunidad más robusta y cohesionada.

Las lecciones de otros huracanes como María y Katrina nos enseñan que las afectaciones psicosociales y educativas en los niños son profundas. La educación no es solo una transferencia de conocimiento; es un pilar de seguridad, un retorno a la normalidad, y una fuente de esperanza en tiempos de crisis. Las escuelas se convierten en santuarios en medio del caos, ofreciendo no solo aprendizaje académico, sino también apoyo emocional y social, elementos vitales para el bienestar infantil y juvenil.

Guerrero nos muestra que cada escuela debería tener un plan de emergencia que incluya evacuación, primeros auxilios y apoyo psicológico. La infraestructura debe ser revisada y fortalecida, y los gobiernos deben incorporar mecanismos para introducir la gestión de riesgos y la resiliencia como aspecto clave. Además, la formación de docentes en educación emocional, primeros auxilios psicológicos y la detección de signos de trauma en estudiantes son esenciales para cuando existan situaciones de emergencia en los centros educativos y las comunidades para una mejor recuperación luego de eventos catastróficos como éste.

La generosidad y solidaridad que surge tras un desastre natural son fundamentales. La movilización de la niñez y juventud para la recolección de víveres y apoyos solidarios en estos momentos son fundamentales. Esta solidaridad no solo alivia el sufrimiento a corto plazo sino que también contribuye a la formación de una mejor personalidad en nuestras niñas, niños y jóvenes.

La solidaridad vista en Acapulco y las acciones conjuntas para la recuperación tienen el poder de transformar. Al involucrar a niños y adolescentes en esfuerzos de ayuda y reconstrucción, estamos fomentando en ellos la empatía y la responsabilidad social. Estos jóvenes no solo aprenden a sobrevivir; se capacitan en el cuidado de los demás, en la construcción de comunidades resilientes y en liderar en medio de la adversidad.

Así, el huracán nos deja valiosas lecciones. La necesidad de estar preparados, la fuerza de la sociedad civil, la importancia de la educación como un eje de recuperación, y la fuerza de la solidaridad son claras. Debemos tomar estas enseñanzas y aplicarlas, no solamente en Guerrero sino en cada entidad de la República, para estar mejor preparados para el futuro. Porque si algo es seguro, es que no será el último evento catastrófico natural que tengamos, por lo que debemos estar más preparados. Porque la historia nos ha enseñado que este no será el último desafío natural que enfrentaremos. Porque la educación es el camino…

Dr. Manuel Alberto Navarro Weckmann.

Doctor en Gerencia Pública y Política Social y miembro de la Asociación de Editorialistas de Chihuahua

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Docentes y tecnología en el siglo XXI

«El objetivo real de la educación es darle alas a la mente humana». William Butler Yeats

En pleno siglo XXI, con un sinfín de avances tecnológicos revolucionando nuestras vidas en todas las áreas, la escuela se encuentra en una encrucijada. Surge un debate sobre el rumbo que debe tomar en un contexto donde la inteligencia artificial y las nuevas tecnologías están transformando rápidamente nuestra sociedad. Algunos argumentan que la escuela debe abrazar estos avances y transformarse profundamente, mientras que otros creen que es el momento de repensarla y preservar su esencia humana, incluso alejándola de estas tecnologías.

Frente a este desafío, es crucial comprender que, en cualquier momento de la historia, es propicio reflexionar sobre nuestro camino y buscar opciones que nos acerquen a nuestras aspiraciones. En este contexto, resulta esencial reconocer que la presencia de los docentes frente a las aulas sigue siendo más relevante que nunca. En un mundo en constante evolución tecnológica, es su cercanía humana la que nos permite atender a nuestra naturaleza y comprender que somos la razón de nuestra existencia.

En estos tiempos de avances y retos tecnológicos, el papel del personal docente adquiere una importancia fundamental. Son ellos quienes nos invitan a la reflexión, al entendimiento y a la comprensión, guiándonos en nuestro aprendizaje social. Su cercanía y dedicación nos permiten establecer vínculos comunitarios que fomentan el desarrollo individual y colectivo.

La presencia de los docentes en el aula trasciende la simple transmisión de conocimientos. Su labor abarca la formación de ciudadanos críticos, creativos y éticos, capaces de enfrentar los desafíos de un mundo en constante cambio. Ellos nos enseñan a analizar, cuestionar y colaborar, dotándonos de herramientas para comprender y dar sentido a la información que nos rodea.

Si bien las tecnologías pueden brindarnos acceso a una gran cantidad de información y recursos educativos, es el docente quien nos guía en el proceso de filtrar, analizar y aplicar dicho conocimiento de manera significativa. Su experiencia y sensibilidad nos permiten entender la relevancia de los contenidos académicos en el contexto de nuestras vidas y de la sociedad en la que vivimos.

En este sentido, el personal docente es fundamental para cultivar una educación humanizada que promueva valores como la empatía, la solidaridad y el respeto. Son ellos quienes nos inspiran a ser seres humanos conscientes, capaces de pensar críticamente y actuar de manera responsable en un mundo cada vez más interconectado.

Por tanto, en tiempos de avances y retos tecnológicos, no debemos olvidar la importancia del personal docente. Su presencia y compromiso son indispensables para aspirar a una mejor humanidad. La escuela debe ser un espacio de encuentro, diálogo y aprendizaje donde se cultive el desarrollo integral de las personas, combinando el potencial de la tecnología con la esencia humana que solo los docentes pueden transmitir. Solo a través de su dedicación y compromiso podremos construir un mundo mejor, donde la tecnología sea una herramienta al servicio de la humanidad y no un fin en sí misma. Porque la educación es el camino…

Dr. Manuel Alberto Navarro Weckmann.

Doctor en Gerencia Pública y Política Social y miembro de la Asociación de Editorialistas de Chihuahua

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Aprendizaje y violencia vicaria

«El abuso emocional es como el aire en una habitación cerrada. No se puede ver, pero lo sientes todo el tiempo.» – Beverly Engel

La violencia vicaria, definida por la ley como una forma de violencia de género ejercida por hombres hacia mujeres, ha emergido como una problemática que profundiza más allá del ámbito doméstico, extendiéndose a otras facetas de la sociedad, especialmente en la educación de los niños. Esta violencia se manifiesta principalmente a través de los hijos, como medio para causar daño a la madre ha emergido como una problemática profunda que no solo atañe al ámbito doméstico, sino que también tiene ramificaciones significativas en otros aspectos de la sociedad.

Este tipo de violencia, que puede manifestarse desde la manipulación emocional hasta acciones tan extremas como el homicidio, es una alarma que no podemos ignorar. Va más allá del daño físico; desgarra el tejido emocional y psicológico de los niños, dejando heridas que pueden persistir a lo largo de sus vidas. Estos daños no solo se reflejan en la dinámica familiar, sino que también se manifiestan en el entorno escolar, afectando el aprendizaje, el comportamiento y las relaciones interpersonales

Contrario a ciertos mitos, la violencia vicaria no inicia con simples actos de manipulación, sino que tiene raíces más tempranas, específicamente en la etapa del noviazgo. La exposición temprana y continua a este tipo de violencia desgarra el tejido emocional y psicológico de los niños, dejando cicatrices que pueden persistir durante toda su vida.

A pesar de que muchos niños víctimas presentan síntomas como falta de concentración, problemas de memoria, desinterés, dificultades en las relaciones sociales y trastornos del sueño, la cruda realidad es que la mayoría son retirados de las escuelas para no ser localizados. Esto agudiza aún más su vulnerabilidad y los aleja de una posible red de apoyo.

La preocupación sigue cuando consideramos el impacto en el entorno escolar. Los daños psicológicos que los niños experimentan en sus hogares se manifiestan en el aula de manera silenciosa pero devastadora. Los menores pueden llevar consigo el dolor y la confusión que les ha sido impuesto, lo que afecta su capacidad para relacionarse con sus compañeros y docentes. 

Las relaciones interpersonales también se ven afectadas. Los niños pueden desarrollar patrones de conducta que dificultan la formación de amistades sólidas y relaciones saludables. La confianza en las figuras de autoridad, como directivos y docentes, puede verse erosionada debido a la traición que han experimentado en el hogar.

En este contexto, la escuela juega un papel crucial. Reconocer las señales de trauma y ofrecer un ambiente seguro y comprensivo puede marcar la diferencia en una vida. La educación emocional y la promoción de relaciones respetuosas son esenciales para contrarrestar los efectos negativos de este tipo de violencia. La violencia escolar puede ser una consecuencia directa de la violencia vicaria. Desafortunadamente, a pesar de que las escuelas podrían ser una solución, en muchos casos son parte del problema. La falta de formación y sensibilización hace que, en ocasiones, el personal evite involucrarse, erróneamente catalogando la situación como un «problema de pareja».

Como sociedad, la concientización sobre la violencia vicaria y sus consecuencias es fundamental. Necesitamos cambiar paradigmas y fomentar un ambiente en el que los niños puedan crecer libres de crueldad y control. Porque la educación es el camino…

Doctor en Gerencia Pública y Política Social. Parte de la Asociación de Editorialistas de Chihuahua

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Delegar para mejorar

«La mejor capacidad ejecutiva es la de aquel que tiene sentido suficiente para escoger buenos hombres para hacer lo que se necesita hecho, y suficiente autocontrol para mantenerse alejado mientras lo hacen». Theodore Roosevelt

Si bien el aprendizaje es el centro de la tarea educativa de todo centro escolar, la buena marcha de la institución es esencial para garantizar que se generen las condiciones adecuadas para que ello suceda, así, a tarea de una director que todo lo hace y puede es historia y hoy se hace necesario el compromiso colectivo que solo se puede llevar a cabo con una adecuada delegación de actividades.

La delegación de funciones en un centro educativo es una suerte de arte y ciencia combinadas, un equilibrio delicado que puede marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso en la formación integral de estudiantes. En el entorno escolar, donde la misión es tan crucial como la formación de las futuras generaciones, comprender cómo y cuándo delegar funciones es un componente vital en una administración adecuada de la institución.

Delegar de manera efectiva inyecta una fuerte sensación de cohesión dentro del equipo de trabajo. Cuando las responsabilidades son claras y cada parte del equipo comprende su rol, se elimina la ambigüedad que a menudo puede conducir a conflictos o malentendidos. Este entendimiento mutuo genera un ambiente de respeto y colaboración. Al delegar, el liderazgo no se concentra en una única persona, sino que se distribuye entre varios miembros, creando un ambiente en el que todos se sienten valorados y partícipes del proceso educativo.

No se trata solo una herramienta administrativa; es también un catalizador para un aprendizaje más efectivo. Cuando docentes y otros miembros del personal tienen roles bien definidos y reciben oportunidades para el desarrollo profesional, esto se traduce en una educación más centrada y eficiente para estudiantes. Un ambiente bien organizado es más propicio para el aprendizaje, en donde estudiantes se benefician de la claridad y estructura que proviene de una delegación efectiva.

Ésta está intrínsecamente vinculada al cumplimiento de metas. Al definir roles y responsabilidades, se establecen expectativas claras que actúan como una hoja de ruta hacia objetivos más grandes. Cuando cada parte del equipo sabe qué se espera de él y dispone de las herramientas para cumplir con esas expectativas, alcanzar las metas institucionales se convierte en un proceso más estructurado y alcanzable.

Un aspecto crucial de la delegación es el empoderamiento del personal. Al sembrar autonomía para la toma de decisiones en su ámbito de competencia, se fomenta una cultura de responsabilidad y compromiso. Esta autonomía no solo mejora la satisfacción en el trabajo sino que también se traduce en un enfoque mas centrado en una mejor educación de estudiantes.

Si bien la delegación implica cierta estructura, también requiere la capacidad para adaptarse. Una dirección adecuada sabe cuándo es necesario hacer ajustes y está dispuesta a volver a delegar tareas según sea necesario, siempre con el objetivo último de beneficiar la experiencia educativa de estudiantes.

En última instancia, la delegación de funciones es más que una simple técnica de gestión: es una filosofía que impulsa la mejora continua, fomenta la cohesión y pone el enfoque donde realmente importa, en el bienestar y educación de estudiantes, con el firme conocimiento siempre de que se puede delegar autoridad, pero jamas la responsabilidad. Lograr esta compleja armonía requiere visión, esfuerzo y, sobre todo, un compromiso inquebrantable con la educación. Porque la educación es el camino…

Dr. Manuel Alberto Navarro Weckmann.

Doctor en Gerencia Pública y Política Social y miembro de la Asociación de Editorialistas de Chihuahua

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El suicidio en la edad escolar

«No siempre podemos ver el dolor que las personas sienten, porque el dolor no siempre es físico. Aprende a escuchar las palabras no dichas y a entender las miradas esquivas.» — Anónimo

En el México contemporáneo, nos enfrentamos a un desafío que trasciende las barreras de la edad, género y clase: el suicidio en niñas, niños y adolescentes. Las cifras no mienten; el alarmante aumento de jóvenes que consideran o intentan quitarse la vida es una llamada de atención urgente.

Es un error social considerar el suicidio como un tabú, un tema que se debe esconder y nunca discutir. Al contrario, el silencio solo perpetúa el estigma y la soledad que sienten aquellos que contemplan este acto. Hablar del suicidio no significa fomentar la idea, sino abrir un espacio seguro donde aquellos que lo consideran pueden sentirse escuchados y comprendidos, lo que puede, en muchos casos, ser un primer paso crucial hacia la recuperación.

Las redes sociales y la comunicación digital han cambiado la forma en que niños y adolescentes interactúan entre sí, lo que ha llevado a nuevos desafíos como el ciberacoso, que ha sido asociado con un aumento en el riesgo de pensamientos y comportamientos suicidas.

Desde el hogar, es vital que padres y tutores estén prestos a las señales de alerta. La baja autoestima, el aislamiento social, la disminución en el rendimiento académico o cualquier cambio drástico en la conducta son claras banderas rojas. No se trata de invadir su privacidad, sino de mostrar interés genuino, escuchar sin juzgar y reafirmarles constantemente que no están solos.

En la escuela, es igualmente importante que maestros y personal estén capacitados para identificar y atender estos signos. No se puede esperar que docentes sean psicólogos, pero sí se puede esperar que la autoridad capacite e informe y que se fomente un ambiente donde estudiantes sientan que pueden acudir a un adulto de confianza.

Desde las políticas públicas es necesario crear programas especializados, formar docentes, personal médico, trabajo social y oros para detectar señales de alerta, promover la salud mental, acceso a servicios de salud, campañas de sensibilización, apoyo a familias y fomento a la investigación en el tema entre otros elementos para apoyar en el tema. 

Como sociedad, es imperativo reconocer y combatir las raíces del problema. Las presiones académicas, sociales, económicas y las expectativas desmedidas que se ponen sobre jóvenes son factores determinantes que contribuyen a su angustia.

Afrontar este reto nos exige a todos ser más empáticos, más observadores y dispuestos a actuar. El suicidio no es un acto de debilidad o egoísmo; es el resultado de un dolor que se siente insoportable. Y ese dolor puede aliviarse cuando nos tomamos el tiempo para entender, para escuchar, y para recordar que la conexión humana es, a menudo, el antídoto más poderoso contra la desesperación.

El tiempo de actuar es ahora. Por cada niña, niño y adolescente que se siente perdido en la oscuridad, recordémosle que hay una comunidad dispuesta a guiarles hacia la luz. Porque cada vida es valiosa, y cada sonrisa recuperada es una victoria para todos. Porque la educación, es el camino…

Doctor en Gerencia Pública y Política Social y miembro de la Asociación de Editorialistas de Chihuahua

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Director(a) por primera vez

«El liderazgo no se trata de tener un título o una designación. Se trata de impacto, influencia e inspiración.» Robin Sharma

Al asumir el liderazgo de una institución educativa por primera vez, es fundamental detenerse y reflexionar sobre la profundidad y alcance de tal responsabilidad. No se trata simplemente de asumir un nuevo título o posición; es una oportunidad para ser el catalizador de un cambio significativo, una transformación que puede resonar en cada rincón de la institución y más allá.

La experiencia de haber dirigido organizaciones educativas durante más de dos décadas me ha enseñado la singularidad de la dirección escolar. No es meramente una extensión del papel docente. Mientras que un docente se centra en el salón de clases, un director necesita ver el panorama completo, considerando cada elemento que conforma la organización. Y aquí radica una de las primeras reflexiones: comprender que la dirección demanda un conjunto de habilidades y competencias diferentes, y que, para ser eficaz, uno debe estar dispuesto a aprender y adaptarse constantemente.

El núcleo de cualquier institución educativa es el aprendizaje. Las decisiones, por lo tanto, deben reflejar este enfoque central. Pero, ¿cómo se asegura uno de que el aprendizaje sigue siendo el foco principal en medio de la maraña de responsabilidades administrativas? La clave radica en la formación continua. Sumergirse en literaturas actuales, estar al tanto de las investigaciones recientes y familiarizarse con competencias clave para la dirección puede proporcionar las herramientas necesarias para mantener ese enfoque.

Una gran parte de la dirección implica visualizar. Imaginar cómo se puede llevar a la institución desde donde está ahora hasta donde se aspira que esté. Pero la visión no es suficiente. Es necesario transformar esa visión en acciones tangibles. Los desafíos que se presentan pueden ser vistos como obstáculos o como oportunidades para crecer y evolucionar. La elección es nuestra.

La comunicación es la sangre vital de cualquier organización. Fomentar un diálogo abierto y honesto con su equipo no sólo promueve un ambiente de confianza, sino que también puede ser una fuente inagotable de ideas y perspectivas. Sin embargo, es esencial recordar que, aunque delegar es fundamental para la eficiencia, la responsabilidad final recae siempre en la dirección.

Finalmente, la actitud con la que se aborda la dirección puede marcar la diferencia. Una actitud proactiva y abierta, donde se valora la escucha y el intercambio de ideas, puede ser el fundamento sobre el que se construye una institución educativa próspera y dinámica.

Para aquellos que están al borde de este emocionante viaje de dirección escolar, es un camino desafiante, pero enormemente gratificante. Cada día ofrece una nueva oportunidad para marcar la diferencia, para influir positivamente en la vida de estudiantes y personal, así como para dejar una huella duradera en el mundo educativo. Porque la educación, es el camino…

Dr. Manuel Alberto Navarro Weckmann.

Doctor en Gerencia Pública y Política Social y miembro de la Asociación de Editorialistas de Chihuahua

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