15 de mayo. Dignificar la docencia… transformar la educación

«No puede haber reforma educativa real si no se reconoce a los docentes como actores principales del cambio y se les brinda una formación, reconocimiento y condiciones laborales dignas.» Philippe Meirieu

El 15 de mayo en México se celebra el Día de la Maestra y del Maestro, una fecha para reconocer la labor insustituible que realizan quienes dedican su vida a la enseñanza. Pero más allá de las flores, festivales o discursos conmemorativos, es un momento propicio para reflexionar con seriedad sobre las condiciones en las que se ejerce la docencia. Desde hace décadas, el magisterio ha insistido en la necesidad de contar con un sistema justo, transparente y funcional para los procesos de selección, admisión, promoción y reconocimiento, como base para garantizar una estabilidad laboral permanente y duradera.

Durante el sexenio del presidente Peña Nieto, la imposición de la reforma educativa, encuadrada en el llamado Pacto por México, provocó un quiebre en la relación con el magisterio, al introducir evaluaciones punitivas con el SPD, eliminar el escalafón y debilitar los derechos laborales adquiridos en donde se creó la frase de “Evaluación si, pero no asi”. Aunque durante el gobierno del presidente López Obrador se revirtieron algunos de esos elementos y se creó la USICAMM, la experiencia ha demostrado que el cambio de nombre no supuso una transformación de fondo. La frase popularizada por muchos docentes de “vivimos el mismo infierno con diferente diablo” resume la decepción frente a un sistema que no terminó de corregir los errores del anterior.

Los reclamos son contundentes. Criterios de evaluación poco claros, publicados tarde, modificados sobre la marcha y difundidos con escasa claridad, generan incertidumbre y vulneran la confianza. La burocracia excesiva, con procesos redundantes y repetitivos, entorpece el desarrollo profesional de maestras y maestros. La inestabilidad de las plataformas digitales, que fallan justo cuando más se necesitan: en momentos clave de registro, entrega de documentos o postulaciones, obligando a repetir trámites o incluso quedando fuera del sistema.

Las críticas también apuntan a problemas estructurales: desde la falta de personal en las oficinas que atienden los procesos, hasta la falta de transparencia en las plazas, asignaciones y promociones. La inequidad en el acceso a las promociones verticales, las inconsistencias en la asignación de citas, la imposibilidad de cambio de adscripción por reglas rígidas y absurdas como el “candado de dos años”, y la exclusión de figuras como los ATP’s de Tercera y Cuarta generación, configuran un escenario de profunda insatisfacción y frustración profesional.

Ante este panorama, el llamado que se hace no es menor. Este nuevo modelo debe garantizar procesos más justos y transparentes, reglas claras y permanentes, sistemas tecnológicos de primer nivel, atención oportuna y humana, así como mecanismos reales de reconocimiento profesional que se traduzcan en mejoras salariales y condiciones dignas para el retiro. No se trata solamente de corregir errores administrativos, sino de sentar las bases de una política educativa de largo plazo que valore el trabajo docente como pilar del derecho a la educación.

Reconocer al magisterio en su día es también tener la valentía de escuchar sus reclamos. Es comprender que un sistema docente sólido no solo beneficia al trabajador de la educación, sino que impacta directamente en la calidad del aprendizaje. Las niñas, niños y adolescentes merecen aulas con maestras y maestros motivados, respaldados por un sistema que les brinde certeza y desarrollo profesional continuo. ¿Qué mejor manera de celebrarlo? Porque la educación es el camino…

Docente y Abogado. 

Doctor en Gerencia Pública y Política Social

https://manuelnavarrow.com

manuelnavarrow@gmail.com

Hacia una verdadera revalorización social

“Un maestro afecta la eternidad; nunca puede decir donde termina su influencia” Henry Adams

Está claro que en aquellos países que hoy en día han desarrollado culturas más avanzadas en lo económico, social y político, ha sido gracias a la educación, al papel prioritario que esta ha tenido en el desarrollo de las personas y un rasgo que les caracteriza en primer lugar, es el aprecio, la confianza y el respeto que la sociedad le manifiesta en lo público y en lo privado, lo cual genera por mucho, las condiciones para que su desarrollo profesional realmente construya mejores realidades.

En el marco del Día del Maestro, se nos brinda una oportunidad invaluable para reflexionar sobre el papel fundamental que desempeñan las maestras y los maestros en la sociedad. Más allá de su rol educativo, es esencial reconocer al docente como un ser humano integral, con sus propias necesidades, aspiraciones y desafíos personales.

Cada día, nuestras y nuestros docentes se presentan en las aulas no solo como transmisores de conocimiento, sino también como figuras de apoyo, guías y hasta como segundos padres para muchos estudiantes. Es fácil olvidar que detrás de esa entrega hay una persona real con una familia, con compromisos y sueños propios. Estos profesionales de la educación frecuentemente sacrifican tiempo valioso que podrían pasar con sus seres queridos para enriquecer y cuidar el desarrollo de otras niñas, niños y jóvenes de sus centros escolares.

Reflexionar sobre estas realidades es crucial, no solo para valorar su trabajo, sino para empujar a una mejora continua en las condiciones en las que desempeñan sus labores. Para entender el valor que tienen para generar un futuro no solo diferente sino mejor. Para aspirar a un sueldo digno, a prestaciones que le den certeza familiar. El contar con medios que no le demeriten, con un ambiente laboral respetuoso y con recursos adecuados que son esenciales para que puedan desarrollar su trabajo de manera adecuada y con la pasión que los caracteriza. El reconocimiento de estos factores no solo beneficia a las y a los docentes, sino que repercute directamente en la calidad de educación que reciben nuestras niñas, niños y adolescentes.

Es imperativo por tanto que, como sociedad, busquemos mecanismos que nos permitan ver y tratar a las maestras y maestros no solo como educadores en un centro educativo, sino como personas completas con necesidades complejas. Esto implica escuchar sus voces, entender sus retos, respetarles y responder de manera que se les permita crecer tanto profesional como personalmente.

Es necesario que como sociedad hagamos un fuerte compromiso para asegurarnos de que estos pilares de nuestra comunidad sean apreciados, reconocidos, valorados y compensados justamente. Recordemos que al cuidar de quienes educan a nuestras niñas, niños y adolescentes, estamos invirtiendo en el bienestar y futuro de toda la sociedad en su conjunto. Porque la educación es el camino…

Dr. Manuel Alberto Navarro Weckmann. Doctor en Gerencia Pública y Política Social.

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manuelnavarrow@gmail.com