En el ámbito escolar, el papel de la persona que asume la dirección no se limita a orientar o establecer lineamientos, sino también a encontrar la manera más adecuada de compartir responsabilidades con su equipo de trabajo. La delegación no es simplemente asignar tareas, sino un proceso que implica reconocer los momentos precisos para guiar, acompañar, compartir decisiones o entregar plena confianza a quienes integran la comunidad educativa. Esta práctica no solo fortalece el liderazgo directivo, sino que promueve la construcción de un ambiente en el que cada docente, personal de apoyo y colaborador se sienta parte activa de la vida escolar.
Existen diferentes formas de delegar que van desde la instrucción directa hasta la entrega total de la responsabilidad. En ocasiones, la función directiva exige dar instrucciones claras y precisas, sobre todo cuando se trata de situaciones de urgencia o que implican la seguridad de las niñas, niños y adolescentes. En otros momentos, resulta valioso explicar las razones detrás de una decisión para lograr que el equipo se comprometa y entienda el rumbo que se ha decidido tomar. Hay circunstancias en las que la mejor opción es escuchar las propuestas de quienes conocen de cerca una situación específica, valorarlas y decidir en conjunto, lo cual genera confianza y fortalece la participación.
También se presentan escenarios en los que compartir la decisión con el colectivo es una estrategia que ayuda a que todos asuman el resultado como propio. En otros casos, la persona que dirige la escuela puede orientar con una opinión experta, pero dejando en manos del equipo la decisión final, generando así un equilibrio entre guía y autonomía. Conforme aumenta la confianza mutua y la capacidad de respuesta de los integrantes del centro escolar, la delegación puede llegar a significar que sean los propios docentes y colaboradores quienes asuman por completo la responsabilidad de una tarea, informando únicamente los avances y resultados.
Este proceso gradual refleja cómo la dirección escolar es también un espacio para impulsar la mejora continua en el trabajo colaborativo, fortaleciendo los vínculos profesionales y contribuyendo a la mejora del clima de aprendizaje. Cuando la delegación se realiza de manera consciente y adecuada, se impulsa no solo la corresponsabilidad, sino también la seguridad de que el esfuerzo conjunto contribuye al bienestar y aprendizaje de las y los estudiantes. Una dirección que sabe cuándo y cómo delegar no pierde autoridad, sino que la transforma en una herramienta de crecimiento colectivo.
Es importante que quienes asumen la función directiva comprendan que delegar no significa desprenderse de su papel, sino saber equilibrar el acompañamiento con la confianza en su equipo. De esta manera, se genera un ambiente de trabajo en el que todos participan activamente, se desarrollan mejores relaciones laborales y se crea un espacio escolar más armónico, lo que impacta directamente en la formación integral de las niñas, niños y adolescentes.
Dr. Manuel Alberto Navarro Weckmann
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