El ejercicio de la función directiva no se limita a la coordinación de actividades, sino que implica una actitud de aprendizaje permanente que transforma la manera en que se conduce la vida escolar. Quienes asumen esta responsabilidad tienen la posibilidad de fortalecer su liderazgo a partir de la apertura, la humildad y la disposición a observar más allá de lo inmediato. Una de las formas más poderosas de crecer en este rol es reconocer que las experiencias, tanto las que se consideran logros como aquellas que representan tropiezos, ofrecen lecciones valiosas cuando se documentan y se convierten en aprendizajes compartidos.
El papel de una directora o director escolar demanda salir del aislamiento y acercarse a distintas realidades, escuchando voces diversas y participando en espacios donde puedan sentirse principiantes de nuevo. Esto no debilita su autoridad, sino que la enriquece, pues les permite mirar los problemas desde perspectivas distintas y abrir caminos para la innovación. A su vez, enseñar a otros lo que se va aprendiendo consolida no solo la comprensión de lo aprendido, sino también la credibilidad frente al colectivo docente y la comunidad escolar.
En la labor cotidiana, la práctica de fijar metas que no se limiten a resultados inmediatos, sino que se orienten al desarrollo personal y profesional, abre horizontes que dan solidez a la tarea directiva. Asimismo, compartir los procesos y no solo los resultados fortalece la confianza del personal docente, ya que la transparencia en las decisiones y en los aprendizajes genera vínculos de colaboración que impactan de manera positiva en la mejora del clima escolar y en la construcción de relaciones laborales más sanas.
La función directiva, cuando se asume como un proceso de aprendizaje continuo, tiene un efecto directo en el ambiente escolar. Se convierte en un ejemplo vivo de que aprender no es un proceso que concluye, sino una ruta permanente que nutre tanto a la persona que dirige como a quienes acompañan ese camino. Este enfoque no solo mejora la dinámica interna del centro escolar, sino que repercute en un ambiente de mayor confianza, apertura y creatividad, lo cual impacta directamente en la mejora del clima de aprendizaje de las niñas, niños y adolescentes.
Dr. Manuel Alberto Navarro Weckmann
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