Liderar también es cuidarse

Quienes tienen la responsabilidad de conducir espacios educativos frecuentemente centran toda su energía en apoyar, orientar y resolver las múltiples necesidades que surgen en la vida escolar. Sin embargo, pocas veces se habla de la necesidad de protegerse a sí mismos, de reconocer que también requieren descanso, apoyo y equilibrio. Cuidar del propio bienestar físico y emocional no es una muestra de debilidad ni un acto de egoísmo: es una forma consciente y responsable de sostener la tarea de acompañar a otros.

La fatiga, el estrés crónico y el descuido de la salud pueden convertirse en obstáculos silenciosos que afectan no solo el desempeño profesional, sino también la calidad del ambiente escolar. Liderar desde el desgaste pone en riesgo tanto la salud del directivo como el vínculo con su equipo. Por eso, es urgente revalorar el autocuidado como una práctica cotidiana que permite estar en mejores condiciones para promover relaciones laborales sanas, decisiones más reflexivas y un ambiente más propicio para el aprendizaje de niñas, niños y adolescentes.

Michael Fullan (2001) lo expresa con claridad: el autocuidado físico es parte del liderazgo responsable. Cuidarse no es una opción secundaria; es una condición indispensable para construir comunidades educativas donde florezcan el respeto, el compromiso compartido y la alegría por aprender.

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