En el entramado de esfuerzos que cada día se despliega en los centros escolares, existe una dimensión que muchas veces pasa desapercibida por quienes no están inmersos en la vida educativa: el trabajo emocional y relacional que sostiene el aprendizaje. Más allá de la planificación académica, las estrategias didácticas o la gestión institucional, hay una red de vínculos que se teje entre los miembros del equipo docente, el personal de apoyo, las y los directivos, y por supuesto, el estudiantado. En el centro de esa red, el liderazgo educativo se despliega no solo como capacidad de gestión, sino como una forma ética de mirar al otro.
Comprender que una escuela no funciona únicamente por recursos o estructuras, sino por personas que piensan, sienten, se esfuerzan, se equivocan, se levantan y continúan, es un principio esencial del liderazgo efectivo. Y este principio cobra mayor relevancia cuando quien dirige reconoce que cada integrante del equipo no es simplemente un recurso humano funcional, sino un ser humano con historia, con emociones, con sueños, con cargas y con fortalezas. Esta mirada transforma radicalmente la manera de liderar.
Cuando un directivo escolar valora la dimensión humana de su equipo, se crean condiciones para la confianza, la creatividad, la corresponsabilidad y el sentido de pertenencia. Este tipo de liderazgo propicia entornos laborales más saludables, donde las personas no temen equivocarse porque saben que serán acompañadas, no controladas. Se fortalece el diálogo, se cuida el clima emocional de la escuela, y como resultado, se favorece el aprendizaje de niñas, niños y adolescentes de una manera más íntegra y profunda.
Este enfoque no se improvisa. Requiere preparación, autoconocimiento, escucha activa y sensibilidad. Requiere también del desarrollo de habilidades socioemocionales que permitan gestionar tensiones, resolver conflictos y construir acuerdos sin perder de vista la dignidad de las personas. Por eso es tan importante valorar el conocimiento, la experiencia y la formación del personal directivo en nuestras escuelas. Porque no se trata únicamente de saber organizar, evaluar o coordinar; se trata de saber mirar a las y los otros con humanidad y respeto.
Liderar desde el reconocimiento humano es una forma poderosa de transformar las escuelas en espacios donde todas y todos se sienten valorados. Y cuando eso ocurre, el aprendizaje deja de ser una obligación y se convierte en una posibilidad compartida.
Dr. Manuel Alberto Navarro Weckmann
@todos @seguidores @destacar
#manuelnavarrow #formacióndirectiva #trabajoenequipo #liderazgohumano #educaciónconempatía #bienestardocente #escuelasconalma
