El ejercicio de la dirección escolar no se limita a tomar decisiones administrativas o a coordinar actividades, también se construye a partir de la manera en que se comunica con el personal docente, con las familias y con el alumnado. Las palabras que se eligen tienen un impacto profundo en la forma en que se fortalecen los vínculos laborales, se construye confianza y se mejora el clima escolar. Un directivo que reconoce y utiliza expresiones que motivan, acompañan y validan, transforma el ambiente en el que se desarrolla el aprendizaje.
Cuando se expresan frases que reconocen el trabajo realizado, se transmite a la persona que sus esfuerzos son vistos y valorados. Esto refuerza la confianza de los docentes y contribuye a la mejora del clima de aprendizaje, porque quienes enseñan se sienten apoyados en su labor. Reconocer lo positivo de manera específica también tiene un efecto multiplicador, ya que invita a seguir mejorando y a consolidar el trabajo colaborativo.
Otra manera de fortalecer la función directiva es mostrar empatía hacia las circunstancias personales del equipo. Dar espacio cuando alguien lo necesita no es un signo de debilidad, sino una muestra de humanidad que genera lealtad y compromiso. De igual modo, asumir errores propios como directivo, en lugar de culpar a otros, crea un entorno de seguridad psicológica que promueve la honestidad y la transparencia.
Abrir la puerta al diálogo, incluso cuando hay desacuerdos, resulta fundamental. La posibilidad de expresar diferencias sin temor fomenta un ambiente democrático y participativo. En los centros escolares, esta actitud nutre la confianza del personal docente, pues se sienten escuchados en sus opiniones, lo que contribuye a la mejora en el trabajo colaborativo y a la construcción de relaciones más sólidas.
Mostrar interés genuino en lo que el otro piensa o propone es otra de las claves. Preguntar, indagar y escuchar con atención genera un sentido de pertenencia, porque se reconoce que cada voz cuenta. Esto fortalece el clima escolar, ya que se convierte en un espacio donde las ideas circulan libremente y se valoran las contribuciones de todos.
Un liderazgo escolar que pregunta qué puede hacer para apoyar a su equipo demuestra que está dispuesto a poner las necesidades colectivas por encima de los intereses personales. De esta manera, se fomenta un sentido de acompañamiento que impacta directamente en la motivación y en la cohesión de la comunidad educativa.
Asimismo, interesarse por la manera en que cada persona define el éxito ayuda a alinear los objetivos individuales con los de la institución. Esta práctica refuerza la mejora del clima de aprendizaje, porque asegura que cada miembro del equipo pueda encontrar sentido y propósito en su trabajo. Por último, confiar en el criterio de los demás y expresarlo abiertamente no solo empodera, sino que también distribuye la responsabilidad, favoreciendo un ambiente de respeto mutuo.
La función directiva se engrandece cuando se reconoce que las palabras tienen la capacidad de construir o de debilitar. Usarlas con sabiduría, empatía y respeto fortalece el trabajo colaborativo, mejora las relaciones laborales y genera un ambiente en el que las niñas, niños y adolescentes puedan crecer y aprender en un entorno cargado de confianza, motivación y sentido humano.
Dr. Manuel Alberto Navarro Weckmann
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