Secretos de persuasión que fortalecen la función directiva en los centros escolares

En el quehacer directivo de las instituciones educativas, la comunicación y la persuasión son elementos que se entrelazan para abrir caminos de entendimiento y favorecer acuerdos que permitan la mejora del trabajo colaborativo. No se trata de imponer decisiones, sino de crear puentes que fortalezcan el clima escolar y den paso a un ambiente de confianza donde maestras, maestros, estudiantes y familias puedan expresarse con libertad. Existen recursos que, utilizados con inteligencia y empatía, permiten que quienes ejercen la función directiva conduzcan situaciones complejas hacia soluciones compartidas.

Una de las herramientas más poderosas es el uso consciente del silencio. Después de expresar una idea central, el espacio de pausa permite que el interlocutor reflexione y muestre sus inquietudes. En la vida escolar, este recurso contribuye a que los equipos docentes se sientan escuchados y no presionados, lo cual fomenta la apertura y la confianza mutua.

La comunicación no verbal también juega un papel decisivo. Imitar de manera sutil los gestos o posturas del otro genera una conexión casi imperceptible que hace sentir comprendido a quien está enfrente. Para una directora o un director, este aspecto resulta esencial, ya que refuerza el vínculo humano y facilita que las conversaciones fluyan en un ambiente más cercano.

Otro aspecto importante consiste en ofrecer alternativas claras y limitadas. Presentar tres opciones, por ejemplo, ayuda a que el equipo no se pierda en un mar de posibilidades y pueda decidir con mayor seguridad. En los centros escolares, este recurso favorece que los procesos de toma de decisiones sean más ágiles y que las personas se sientan parte activa de la construcción de acuerdos.

Al negociar, también resulta útil comenzar con propuestas que parezcan ambiciosas, ya que esto enmarca el diálogo y permite que los acuerdos posteriores se perciban como más equilibrados. En el ámbito escolar, este tipo de estrategia debe aplicarse con sensibilidad, cuidando siempre que la comunidad no se sienta presionada, sino motivada a alcanzar soluciones viables.

El logro de pequeños acuerdos también tiene un efecto multiplicador. Cada paso en común fortalece la confianza y genera disposición para enfrentar desafíos mayores. De esta manera, los logros cotidianos se convierten en motores que impulsan a toda la comunidad hacia metas más amplias, fortaleciendo el trabajo colectivo y el clima de aprendizaje.

En el ejercicio directivo también es necesario señalar de manera clara lo que podría perderse si no se actúa con decisión. Mostrar los riesgos de no atender ciertos asuntos permite que la comunidad comprenda la importancia de involucrarse activamente. Este enfoque, bien aplicado, contribuye a reforzar la corresponsabilidad y a que todos se comprometan en la construcción de un mejor entorno escolar.

Asimismo, introducir cierto grado de presión en tiempo real, como establecer plazos definidos, ayuda a evitar que los asuntos queden indefinidamente pendientes. La dirección escolar, al marcar estos límites de manera clara y respetuosa, facilita la organización y mantiene el ritmo de trabajo necesario para avanzar en los propósitos comunes.

Cada uno de estos recursos, más que técnicas aisladas, son prácticas que, aplicadas con empatía, respeto y visión educativa, fortalecen la función directiva. Contribuyen a la mejora del clima escolar, favorecen la cooperación entre docentes y familias, y generan las condiciones necesarias para que niñas, niños y adolescentes encuentren en la escuela un espacio de aprendizaje lleno de sentido y humanidad.

Dr. Manuel Alberto Navarro Weckmann

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