La sombra del autoengaño en la función directiva

En el ámbito escolar, quienes asumen responsabilidades directivas enfrentan una realidad que no siempre se reconoce: la sensación de no estar a la altura, a pesar de la experiencia, la preparación y los logros alcanzados. Esta percepción interna, que tiende a confundirse con humildad, esconde en muchos casos un freno para el desarrollo del liderazgo y el fortalecimiento de la vida escolar. Se trata de una voz interna que cuestiona cada decisión, que obliga a dudar de los propios aciertos y que, al mismo tiempo, genera la idea de que todo lo logrado es insuficiente.

Existen diversas formas en las que esta sensación se manifiesta. Algunas directoras y directores creen que deben saberlo todo de manera inmediata y sin margen para el aprendizaje, lo que los lleva a sentirse inseguros cada vez que surge un reto nuevo. Otras personas consideran que pedir apoyo a colegas, supervisores o al propio equipo de trabajo es un signo de debilidad, cuando en realidad la colaboración es una de las mayores fortalezas para el crecimiento de la institución. También están quienes miden su valor únicamente a través de logros visibles y cuantificables, perdiendo de vista que el trabajo educativo se sostiene, sobre todo, en procesos colectivos que tardan tiempo en dar frutos.

No es raro encontrar, además, a quienes colocan sobre sus hombros estándares imposibles, creyendo que nada de lo que hacen es suficiente si no roza lo perfecto. Esto genera desgaste, un clima de presión constante y un ejemplo poco favorable para quienes deben inspirarse en su liderazgo. Por otro lado, algunas y algunos directivos asumen que las capacidades intelectuales deben ser innatas y fáciles, por lo que si una tarea demanda esfuerzo, tienden a sentir que carecen del talento necesario, debilitando así su confianza.

Comprender estas dinámicas internas es vital para el fortalecimiento del trabajo directivo. Cuando se identifican y se reconocen estas formas de autoexigencia desmedida, es posible dar paso a una mejora continua que se exprese en la construcción de equipos más colaborativos, en la apertura para reconocer que aprender con otros es también parte de la experiencia profesional y en el cultivo de relaciones más sanas al interior de las escuelas.

La función directiva no se sostiene en la idea de un liderazgo individual infalible, sino en la capacidad de impulsar la mejora en el trabajo colaborativo, de crear un clima escolar basado en la confianza y de inspirar a docentes y personal educativo a trabajar unidos en beneficio de la comunidad estudiantil. Superar esas voces internas de inseguridad permite construir ambientes más positivos, donde las niñas, niños y adolescentes encuentren un espacio favorable para aprender y desarrollarse.

Aceptar la vulnerabilidad, compartir la responsabilidad y abrir espacios de diálogo fortalece la dirección escolar. Es allí donde el papel de la o el directivo se transforma en una guía que no pretende ser perfecta, sino humana, cercana y capaz de generar las condiciones necesarias para que toda la comunidad escolar crezca.

Dr. Manuel Alberto Navarro Weckmann

Si deseas seguir profundizando en estas reflexiones sobre liderazgo educativo, te invito a visitar mi blog en: https://manuelnavarrow.com y suscribirte.

@todos @destacar @seguidores
#manuelnavarrow #formaciondirectiva #mejoraescolar #liderazgoeducativo #climaescolar #trabajocolaborativo

Deja un comentario