Adolescentes conectados, emociones fragmentadas

La presencia creciente de dispositivos móviles en la vida cotidiana de niñas, niños y adolescentes ha abierto muchas posibilidades: acceso a la información, comunicación inmediata, entretenimiento sin fronteras, entre otros. Sin embargo, también ha traído consigo desafíos profundos que impactan directamente el entorno escolar, familiar y social. Jean Twenge ha documentado con claridad una tendencia preocupante: el incremento en el uso de pantallas coincide con un aumento alarmante en los niveles de ansiedad, depresión y aislamiento en las juventudes.

Para quienes ejercen la función directiva, esta realidad no puede pasar desapercibida. Las escuelas no son islas aisladas de lo que ocurre en la vida digital de sus estudiantes. Por el contrario, son uno de los principales espacios donde se pueden identificar los efectos emocionales, sociales y académicos de esta hiperconectividad. En este sentido, es crucial reflexionar y actuar desde una perspectiva que priorice la construcción de ambientes protectores, la mejora del clima de aprendizaje y la creación de vínculos sólidos entre estudiantes, docentes, directivos y familias.

La dirección escolar tiene un papel central en la construcción de acuerdos colectivos para regular el uso de dispositivos dentro de los centros educativos. Esta regulación no debe ser punitiva, sino formativa, con base en el diálogo, la escucha activa y el acompañamiento emocional. Es necesario que las escuelas se conviertan en lugares donde se promueva una convivencia digital responsable, donde se fomente el bienestar emocional y donde se valore el uso consciente de la tecnología.

Además, esta reflexión debe ir de la mano con el fortalecimiento del trabajo colaborativo entre los diferentes actores escolares. Solo desde una mirada conjunta y sensible a las realidades de los estudiantes, se podrán diseñar estrategias que verdaderamente transformen la experiencia escolar en una experiencia humana, significativa y segura. Esto no solo permitirá prevenir afectaciones a la salud mental, sino también mejorar el clima escolar y potenciar las condiciones para que todas y todos puedan aprender en un entorno respetuoso, saludable y armonioso.

Hoy más que nunca, liderar implica cuidar. Cuidar lo que se dice, lo que se promueve, lo que se permite y lo que se ignora. Y también implica abrir espacios para pensar juntos cómo queremos vivir y convivir, tanto dentro como fuera de las pantallas.

Dr. Manuel Alberto Navarro Weckmann

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