En el ejercicio de la función directiva dentro de los centros escolares, la atención no solo es un recurso personal, sino también un motor que impulsa la construcción de un ambiente favorable para el aprendizaje y la convivencia. Cuando una directora o un director logra enfocar su energía en lo verdaderamente relevante, se fortalece la organización del trabajo colectivo, se clarifican las prioridades y se generan mejores condiciones para que docentes, estudiantes y familias avancen de manera armónica hacia propósitos comunes.
En este sentido, aprender a diferenciar lo urgente de lo verdaderamente importante se convierte en un acto esencial. Una dirección que establece límites claros sobre lo que merece su concentración, evita dispersarse en actividades secundarias y se orienta a lo que incide directamente en la mejora del clima escolar, la colaboración docente y el bienestar de los estudiantes. Esto implica reconocer que no todo puede ser atendido de manera inmediata y que la serenidad, junto con la claridad de rumbo, permite tomar decisiones más acertadas y sostenibles.
El cuidado del tiempo y de la energía personal es otro de los factores determinantes. Cuando las y los directivos se permiten espacios de recuperación, reflexionan sobre lo alcanzado y ordenan sus prioridades de manera consciente, no solo incrementan su capacidad de respuesta, sino que también transmiten al equipo una visión de equilibrio y responsabilidad compartida. Así, el ejemplo se convierte en guía, mostrando a docentes y estudiantes la importancia de organizarse, establecer metas alcanzables y revisar continuamente los avances para mantener el rumbo.
Proteger la atención también significa fomentar un entorno de colaboración donde las tareas se distribuyan de manera justa, evitando sobrecargas innecesarias y reconociendo que cada integrante del equipo puede aportar a la mejora del trabajo escolar. Al confiar en otros, se fortalece el sentido de comunidad y se impulsa un liderazgo compartido que enriquece las relaciones laborales y eleva la motivación colectiva.
De esta manera, cuando una dirección logra resguardar su atención y orientarla hacia lo que transforma el entorno, se producen cambios visibles en la convivencia diaria: mayor armonía, reducción de tensiones, mejor comunicación y un ambiente en el que las niñas, niños y adolescentes encuentran un espacio propicio para aprender, crecer y desarrollarse plenamente.
El ejercicio de dirigir una escuela requiere, más que nunca, comprender que la atención es un recurso valioso que debe protegerse con disciplina y compromiso, pues de ello depende no solo la organización del trabajo, sino también el bienestar emocional y académico de toda la comunidad educativa.
Dr. Manuel Alberto Navarro Weckmann
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