En el ejercicio de la función directiva, la comunicación no es únicamente una herramienta para transmitir información, sino un pilar que sostiene la construcción de relaciones sólidas, la coordinación de acciones y la generación de un ambiente propicio para el aprendizaje. Quienes asumen este rol requieren desarrollar una sensibilidad especial para interactuar con personas de distintos contextos, reconociendo y respetando la diversidad cultural, lo cual permite establecer vínculos más estrechos y genuinos dentro de la comunidad educativa. Escuchar con atención y empatía es una práctica esencial que no solo facilita la comprensión profunda de las necesidades y preocupaciones de los demás, sino que también abre la puerta a soluciones más acertadas y consensuadas.
Transmitir ideas con claridad y sencillez ayuda a que las metas y orientaciones sean comprendidas por todos los miembros del equipo, evitando ambigüedades que puedan generar confusiones o malentendidos. El lenguaje no verbal, como la postura, las expresiones faciales y el contacto visual, refuerza el mensaje y transmite seguridad, interés y respeto hacia quienes participan en el proceso educativo. Asimismo, mostrar un interés genuino por las personas, reconocer sus aportaciones y valorar sus perspectivas fortalece el sentido de pertenencia y contribuye a la mejora del clima escolar.
El papel directivo implica también la capacidad de adaptarse a diferentes públicos y situaciones, ajustando el estilo de comunicación para garantizar que el mensaje sea recibido y comprendido de la mejor manera posible. Resolver desacuerdos con calma, buscando acuerdos que beneficien a todas las partes, no solo evita rupturas, sino que favorece un entorno armónico y colaborativo. Mantener la mente abierta para aceptar nuevas ideas y enfoques es clave para impulsar la innovación y la mejora en el trabajo colaborativo.
Para lograr que las decisiones y propuestas sean aceptadas, es necesario argumentar con fundamentos sólidos, ofreciendo alternativas atractivas que integren distintos puntos de vista. Brindar retroalimentación desde una perspectiva constructiva impulsa el crecimiento personal y profesional del equipo, reforzando la confianza y el compromiso colectivo. Expresarse con firmeza, pero con respeto, transmite seguridad en las propias convicciones y fortalece la capacidad de influir positivamente en el rumbo de la institución.
La comunicación, en todas sus dimensiones, se convierte así en un elemento transformador para quienes dirigen centros escolares. Dominarla permite fortalecer el trabajo directivo, mejorar la colaboración, consolidar relaciones laborales más saludables y, en consecuencia, propiciar un ambiente escolar donde niñas, niños y adolescentes puedan desarrollarse plenamente.
Dr. Manuel Alberto Navarro Weckmann
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