Acompañar la labor docente no puede ni debe ser una acción aislada, improvisada o solo formal. Requiere compromiso, mirada pedagógica y un auténtico interés por comprender los procesos de enseñanza y aprendizaje que se desarrollan en las aulas. Cebrián y Junyent (2015) lo afirman con claridad: el acompañamiento pedagógico debe ser continuo, reflexivo y orientado al aprendizaje colectivo.
Cuando quienes desempeñan funciones directivas entienden el acompañamiento como parte esencial de su labor educativa, se abre la posibilidad de construir una cultura escolar basada en el diálogo, la reflexión conjunta y la mejora compartida. Acompañar implica escuchar, observar, retroalimentar con respeto y generar espacios donde el error no se castigue, sino se convierta en oportunidad para aprender. Esta actitud genera vínculos de confianza que fortalecen el trabajo colectivo y favorecen ambientes donde las y los docentes se sienten valorados, reconocidos y dispuestos a crecer.
Desde esta visión, el acompañamiento no es una revisión técnica ni una tarea administrativa, sino una práctica humana que articula el fortalecimiento del trabajo entre colegas, la mejora del clima escolar y la construcción de una comunidad profesional de aprendizaje. Es, por tanto, una herramienta clave para transformar el ambiente escolar en un espacio fértil para la creatividad, la innovación pedagógica y el desarrollo profesional continuo.
Para quienes están al frente de una escuela, asumir esta labor con responsabilidad y compromiso puede marcar la diferencia entre una institución rígida y una que aprende, entre una comunidad fragmentada y una que se acompaña y se transforma desde dentro. Porque cuando se acompaña con propósito y con cercanía, también se aprende a liderar desde la escucha, la sensibilidad y el compromiso con el crecimiento colectivo.
@todos @destacar @seguidores
#formaciondirectiva #mejoraescolar #acompañamientopedagogico #climaescolar #liderazgopedagogico #educaciontransformadora #direccionescolar
