Cultivar el clima escolar con respeto y coherencia

Más allá de los planes, los documentos o las estructuras escolares, hay algo que se respira desde que una persona cruza la puerta de una escuela: su clima emocional. Esa atmósfera, a veces sutil pero siempre presente, se construye día a día en las relaciones, en el tono de las conversaciones, en los silencios, en los gestos y en las formas de convivir. Es allí donde se refleja si el espacio escolar es seguro, justo, cálido y propicio para aprender y enseñar.

El papel de quienes dirigen una institución educativa es clave en esta construcción. No se trata de imponer reglas, sino de generar condiciones para que florezca el respeto, la empatía y la responsabilidad compartida. Cultivar esta atmósfera requiere conciencia de lo que se dice y se hace, respeto por la diversidad de voces que integran la comunidad, y coherencia entre lo que se espera y lo que se promueve en el día a día.

T. J. Sergiovanni (1996) nos recuerda que el clima escolar es, en esencia, la atmósfera emocional de la escuela. Y como tal, debe ser cuidado con la misma atención con la que se cuidan los espacios físicos o los procesos académicos. Porque en un ambiente emocionalmente saludable, las relaciones laborales se fortalecen, el equipo trabaja mejor unido y el aprendizaje se convierte en una experiencia más significativa para niñas, niños y adolescentes.

Si deseas seguir reflexionando sobre la dirección escolar desde una mirada más humana y transformadora, accede al sitio: https://manuelnavarrow.com y suscríbete. Porque liderar también es saber cuidar el alma de la escuela.

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