Dirigir una escuela no es simplemente coordinar acciones o distribuir tareas. Es, sobre todo, construir vínculos sólidos y auténticos entre los distintos actores que integran la comunidad educativa. En este sentido, la afirmación de Navarro (2010) cobra especial relevancia al recordarnos que el acto de dirigir implica establecer puentes, no murallas. La comunicación asertiva se convierte así en el puente más poderoso para unir, para comprender y para avanzar juntos en la mejora continua del ambiente escolar.
Una dirección escolar comprometida con el fortalecimiento del trabajo colectivo entiende que sin comunicación clara, empática y respetuosa, los esfuerzos se fragmentan y el clima escolar se debilita. En cambio, cuando existe apertura al diálogo y una disposición genuina para escuchar, se favorece la mejora del ambiente laboral, se resuelven los conflictos con respeto y se crean mejores condiciones para el aprendizaje de niñas, niños y adolescentes.
La comunicación asertiva no solo mejora el trato entre colegas; también impacta directamente en la relación con madres, padres y cuidadores, con el personal de apoyo y con el estudiantado. El trabajo colaborativo se robustece cuando hay confianza mutua, y la confianza nace de la palabra bien dicha, del gesto empático, del mensaje que busca construir, no destruir.
Por ello, es fundamental que quienes ocupan un cargo directivo reconozcan que comunicar no es una tarea secundaria, sino un acto central de su responsabilidad. Establecer puentes a través del diálogo asertivo permite construir comunidades educativas más fuertes, más humanas y, sobre todo, más comprometidas con una educación que transforma desde el respeto y la colaboración.
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