Un buen clima escolar no se impone, se construye

En cada centro escolar, hay una energía invisible pero poderosa que puede impulsar o frenar los aprendizajes: el clima escolar. Este no depende únicamente de normas o discursos institucionales, sino que se forja con las acciones cotidianas, con las palabras, con los gestos, con la forma en que se trabaja en equipo. Cuando este clima es favorable, se siente en el ambiente: el aprendizaje fluye, el compromiso de cada miembro crece de forma espontánea, y la colaboración entre colegas se vuelve algo natural, casi orgánico.

Para quienes tienen la responsabilidad de dirigir una escuela, comprender y cuidar el clima escolar debe convertirse en una prioridad. No solo porque incide directamente en el bienestar de quienes conforman la comunidad educativa, sino porque permite que el trabajo en equipo florezca, que las relaciones laborales sean más armónicas y, sobre todo, que niñas, niños y adolescentes encuentren un entorno emocionalmente seguro donde aprender, equivocarse y crecer.

Hargreaves y Fink (2006) lo resumen de manera clara: cuando el ambiente es adecuado, todo fluye mejor. Esta afirmación no solo describe una aspiración, sino un llamado a la acción: fortalecer el trabajo directivo desde la cercanía, la empatía y la escucha activa, con la firme intención de construir espacios escolares donde la mejora del clima de aprendizaje sea una realidad compartida.

@todos @destacar @seguidores
#formaciondirectiva #mejoraescolar #climaescolar #trabajocolaborativo #bienestarcomunitario #aprendizajesignificativo #liderazgohumano #educacionconsentido

Deja un comentario