Quienes ejercen la función directiva en los centros escolares tienen una gran responsabilidad que va más allá del conocimiento técnico o normativo. Implica, sobre todo, fortalecer las relaciones humanas dentro de la escuela, impulsar el trabajo en equipo y generar entornos donde predominen la confianza y el compromiso colectivo.
Como bien lo señala Gordon Donaldson, se requiere de habilidades interpersonales que permitan construir climas escolares saludables, en donde la colaboración y la visión compartida se conviertan en pilares del quehacer cotidiano. Este tipo de liderazgo es esencial para mejorar las condiciones de trabajo, estrechar los lazos entre el personal educativo y, por consecuencia, propiciar ambientes de aprendizaje más seguros, acogedores y estimulantes para nuestras niñas, niños y adolescentes.
Reflexionar sobre estas cualidades no es solo un ejercicio teórico: es un llamado a actuar con sensibilidad, empatía y propósito en la vida escolar. Porque cuando el liderazgo se basa en el entendimiento humano, toda la comunidad educativa se transforma.
