“Las mujeres están atrapadas en roles culturales no solo por la sociedad sino también por ellas mismas, y tienen que reconocer la importancia de los roles tradicionales que han desempeñado para poder cambiarlos”. Gloria Steinem
Desde hace décadas, en México y en muchos países de la región, el trabajo doméstico que no recibe pago alguno ha sido desvirtuado y con frecuencia quien se dedica a ello, se ha convencido de contestar ante la pregunta de si trabaja, una triste respuesta de “no trabajo, me dedico al hogar”, lo cual debe de hacernos reflexionar por las implicaciones, apoyo y respaldo a la economía del hogar, local, regional y nacional.
El trabajo doméstico y de cuidados no remunerado es una labor fundamental que sostiene la economía y el bienestar social, a pesar de que tradicionalmente ha sido invisibilizado y desvalorizado. En México, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), este trabajo representó el 24.3% del Producto Interno Bruto (PIB) en 2022, lo que equivale a 7.2 billones de pesos a precios corrientes. Esta cifra ilustra la magnitud del aporte que este trabajo realiza a la economía del país.
Sin embargo, el valor económico no es el único aspecto a considerar. El trabajo doméstico no remunerado, que incluye actividades como cocinar, limpiar, lavar, cuidar de niños y ancianos, entre otras, es principalmente realizado por mujeres, quienes dedican una parte significativa de su tiempo y energía a estas tareas. Esta realidad perpetúa desigualdades de género y limita las oportunidades de desarrollo personal y profesional de las mujeres.
El Día Internacional del Trabajo Doméstico, que se celebra el 22 de julio, es una oportunidad crucial para reflexionar sobre estas dinámicas y la necesidad de reconocer y valorar adecuadamente el trabajo doméstico no remunerado. Este día debe servir como un llamado a la acción para fomentar políticas públicas que reconozcan el valor de estas actividades y promuevan una distribución más equitativa de las responsabilidades domésticas y de cuidado.
Es fundamental abrir un diálogo sobre la visibilización del trabajo doméstico no remunerado y sus implicaciones. Esta conversación debe incluir la implementación de medidas que aseguren la redistribución del trabajo doméstico entre todos los miembros del hogar, así como el desarrollo de servicios públicos que apoyen a las familias en estas tareas. Asimismo, es necesario promover cambios culturales que reconozcan y valoren el trabajo de cuidado y doméstico como una contribución esencial al bienestar colectivo.
Visibilizar y valorar el trabajo doméstico no remunerado es una tarea urgente que requiere un compromiso conjunto de la sociedad y el gobierno. Al hacerlo, no solo se reconoce la labor de millones de personas, principalmente mujeres, sino que también se avanza hacia una sociedad más justa e igualitaria. El 22 de julio debe ser un día para recordar y reivindicar estos esfuerzos, promoviendo un cambio estructural que beneficie a todos.
Dr. Manuel Alberto Navarro Weckmann.
Doctor en Gerencia Pública y Política Social.